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martes, 27 de febrero de 2007




La desmitificación del paraíso: análisis de “La Playa”, película de Danny Boyle.

Acabo de ver por enésima vez (aunque ese n sea pequeño) la película “La Playa”, de Danny Boyle con Leonardo Di Caprio al frente del reparto. Hace ya tiempo que quería escribir esto porque me parece que es una película con una importante carga simbólica, al margen de que sea una mala película debido a las interpretaciones de los actores; al margen también de que sea una pésima adaptación, según los críticos, de la novela de Alex Garland, la cual no he podido leer todavía.


La película comienza con Richard (Leonardo Di Caprio) recorriendo de noche las calles de Bangkok, unas calles atestadas de prostitutas y de turistas occidentales borrachos. Allí ha llegado huyendo de la rutinaria vida norteamericana, cuya única sensación excitante parecen ser los videojuegos; allí ha llegado buscando nuevas experiencias y lo único que se encuentra es el mismo vicio y corrupción que en cualquier lugar occidental, pero multiplicado. Tenemos, pues, como trasfondo, o como parte de él, una crítica a la sociedad occidental en dos vertientes: (a) la monotonía de la vida en su núcleo y (b) la corrupción de la vida en su periferia, teniendo en cuenta que la primera lleva o sostiene a la segunda. En realidad Richard no sabe lo que va buscando, quiere aventura, pero toda genuina aventura consiste en una búsqueda, en alcanzar (y a veces conservar) una meta, un fin (el Paraíso, el Dorado, el Santo Grial, el amor de una doncella...), y es eso lo que le falta al protagonista. Richard simboliza al occidental medio cuya vida es rutinaria, o se percibe como tal, al carecer de un sentido último, de una meta, quizá de ahí su viaje al mítico Oriente (un Oriente que no encuentra). A este respecto la moraleja explícita de la película, que al parecer no existe en la novela, es que la meta consiste en formar parte de algo importante, algo en lo que creemos, aunque sea efímero.


Tenemos, por un lado, que distinguir entre dos momentos, el proceso y el resultado de tal proceso (el fin buscado, la meta); por otro lado hemos de distinguir entre las dimensiones objetivas y subjetivas de ambos momentos. De este modo la búsqueda, la aventura, pertenecerían al momento del proceso y la meta al momento del resultado, colocándose siempre el peso en la dimensión objetiva de la meta concreta; sin embargo, en la moraleja el peso se traslada a la dimensión subjetiva de un nuevo proceso subsidiario de un fin más vago, menos definido, “algo importante”, según los pensamientos (voz en off) del protagonista, pero siempre objetivo, real, aunque parte del peso sea también puesto en la dimensión subjetiva de la meta, pues lo “importante” es lo importante para el sujeto. Ésta, por lo demás, es una estructura típica de las enseñanzas pertenecientes a las historias con final frustrante, aquellas en las que no se alcanza el objetivo: “lo importante es participar (en algo importante)”, “lo importante está en la búsqueda (de algo importante)”, “la aventura es el camino (no el final del viaje)”, “aún sigo creyendo en el paraíso, pero ahora sé que no es ningún lugar concreto, sino cómo te sientes cuando formas parte de algo importante” (Richard). Por otra parte existe a lo largo de toda la película una tensión constante entre las transformaciones que sufre el paraíso y las interpretaciones subjetivas que el protagonista realiza de tales transformaciones.


Así pues es el Paraíso la meta de la búsqueda de Richard y la conversión de esta búsqueda en una aventura. Dicha meta se la proporciona un tipo paranoico que se encuentra en el hotel, el cual le deja un mapa con la situación del paraíso, La Playa. Y hasta allí viajará en compañía de una pareja de franceses de cuya parte femenina se ha encaprichado y a cuya parte masculina ha conseguido engatusar. La aventura comienza cuando han de salirse de las rutas turísticas para poder llegar hasta el paraíso, pues han de realizar una travesía a nado de unos dos kilómetros; posteriormente han de sortear una plantación de marihuana custodiada por campesinos armados y finalmente saltar a una laguna desde una altura considerable. Tras esto los aventureros llegan a una comunidad pseudo-hippie donde aparentemente todo es paz y buen rollo. No obstante tendrán que superar las reticencias iniciales a la aceptación, después de lo cual les llevarán a ver el tesoro, La Playa: una playa de arena finísima y blanca, agua cristalina, una playa celosamente guardada entre verticales muros naturales. Es importante el paralelismo existente entre la calma y lo cristalino del agua con la calma y la paz que se respira en la comunidad; el enturbiamiento de la playa es signo premonitorio del desmoronamiento del paraíso, de la ruptura de la paz.


Me parece que la película refleja bastante bien ciertos rasgos (por supuesto no todos) que caracterizan a una sociedad, en particular a las comunidades primitivas: el trabajo necesario para la subsistencia, cierta organización social, mención especial de la autoridad, el conjunto de ritos que afianza a los miembros en su pertenencia al colectivo, el abandono de los miembros más débiles o moribundos ante situaciones críticas de debilidad social (aunque en este caso se trate de debilidad moral), la descomposición social debido a la intrusión de elementos extraños, ajenos a ella, en su seno y en su entorno, pero sobre todo destaca un aspecto especial, el sacrificio: el valor simbólico de la sangre humana como elemento purificador, como elemento que nos da acceso a estados de conciencia superior en los cuales podemos ver más claro. Este último rasgo, sin embargo, no está inserto en ninguno de los ritos pertenecientes a la comunidad, sino en la estructura argumental de la película, que se podría dividir en cinco partes separadas una de otra por sucesos sangrientos, por sacrificios:


1.- Llegada a Thailandia, reflexiones acerca del turismo al uso y encuentro con Daffy, el paranoico desertor de la comunidad que le deja el mapa y al cual inicialmente no le otorga credibilidad.


2.- Comienzo de la aventura. Daffy se suicida cortándose las venas y ensangrentando toda la habitación. Aquí la película da un giro y la narración se volverá algo surrealista; de hecho es el componente surrealista lo que otorga valor al filme y refuta las críticas semánticas, sobre el contenido, que se les ha hecho a Danny Boyle (director) y a John Hodge (guionista). Precisamente el peso del componente simbólico se logra a costa y en detrimento del realismo. Richard declara no haber sentido nada ante tal espectáculo sangriento, sin embargo cambia su perspectiva ante el mapa y ante sus vacaciones, lo ve de otro modo.


3.- Comienzo de la descomposición objetiva del paraíso. La intrusión de los extraños conlleva la corrupción de la comunidad: es Richard, uno de los recién llegados quien mancilla las aguas de la playa con la sangre de una cría de tiburón. La Naturaleza no tardará en vengarse en la forma de “un auténtico (tiburón) hijo de puta” que ataca a dos miembros mientras están pescando. La visión de las aguas ensangrentadas y el surco de sangre dejado en la arena que contrasta con su límpida virginidad hacen presagiar lo peor. Nuevamente Richard no siente nada ante el espectáculo, sin embargo comienzan sus reflexiones acerca del precio que hay que pagar por el paraíso, unas reflexiones cínicas e inmorales que contrastan con la actitud de su compañero francés, que permanece al lado del moribundo cuando éste es expulsado de la comunidad debido a los quejidos constantes que le produce su herida y que los otros no soportan. El contraste entre la actitud cínica e inmoral de Richard y las actitudes más cabales de los franceses se mantiene a lo largo de toda la trama y creo que es una metáfora del contraste entre la creciente inmoralidad norteamericana y la todavía existente moral, aunque precaria, a este lado del Atlántico. Se ha criticado a Boyle y a Hodge por haber cambiado la nacionalidad del protagonista en la adaptación; en la novela de Garland es un inglés. Recordemos que tanto Boyle como Hodge son británicos, así que no sé qué tendrá mayor valor si realizar el contraste entre Norteamérica y Europa o entre el mundo anglosajón y la Europa continental. En cualquiera de los casos el contraste simbólico está ahí. La nacionalidad de los demás personajes no cuenta, son actores secundarios y representan la pérdida completa de la moral por efecto del tiempo pasado en el paraíso. Lo importante es el triángulo entre el norteamericano y los franceses.


La aventura continúa dentro de esta parte (la parte central) de la película, si bien ahora se trata no ya de conseguir lo buscado, sino de conservar lo conseguido frente a las amenazas externas (más extraños). Ahora bien, solo un perturbado podría defender el banquete trocado en cenizas, la verdadera descomposición moral en la que descansa su paraíso. La transformación que sufre el personaje de Richard es irreal, absurda, sin embargo guarda cierta relación con el rito vudú de las sociedades primitivas, pues es causado por una expulsión de la comunidad, si bien sólo por parte de la autoridad, no del resto de dicha comunidad. En las sociedades primitivas el expulsado terminaba muriendo por ausencia de círculo social; el habitante de las sociedades contemporáneas, acostumbrado a la soledad en medio de sus congéneres, como mucho se vuelve loco, y eso es lo que le ocurre a Richard. El surrealismo, que se ha empezado a hacer más patente desde el incidente con la cría del tiburón, alcanza ahora su paroxismo: condenado a vigilar la llegada de unos extraños a los que dio una copia del mapa antes de llegar a la playa, sin alimentos, Richard comienza a delirar y a vivir en un juego corriendo riesgos innecesarios con los narcotraficantes. Cinematográficamente este efecto surrealista lo consigue Boyle a través de la yuxtaposición de momentos oníricos, momentos delirantes, imágenes de videojuegos en las que Richard se ve a sí mismo en la pantalla, la mutación del semblante, etc.


El tema de los videojuegos es un motivo recurrente a lo largo de toda la película: Richard es un adicto a la Game Boy, tanto que a la primera oportunidad de volver a la civilización adquiere una y se la lleva de vuelta al paraíso. Esta insistencia en el tema, lejos de ser anecdótica, constituye una metáfora de la ausencia de vínculos afectivos que caracteriza a las relaciones humanas contemporáneas y de la cual no escapan las relaciones en la comunidad de La Playa. Sólo dos personajes parecen mantener esos vínculos: el francés y el jefe de los narco-campesinos, si bien éste solo por lo que respecta a su familia, pues no tiene reparos en verter sangre ajena. Todo, pues, parece ser un juego en el cual se carece de sentimientos y la última secuencia con Richard en un cibercafé viendo una fotografía de la playa con la leyenda “universo paralelo” no deja lugar a dudas, todo ha sido un juego, un pequeño universo con sus propias reglas, algo importante, sí, pero no el paraíso. La sensación de extrañeza que le producen los demás cibernautas, pegados a sus pantallas, se debe a que son seres limitados que no buscan el juego más allá del cíber. Por lo demás, poco parece haber aprendido Richard de su estancia en La Playa; a este respecto el personaje guarda ciertas similitudes con el protagonista de “American Psycho” al carecer de sentimientos, al buscar exclusivamente el placer, al no haber aprendido nada; las dos películas, además, tratan sobre la corrupción de las relaciones humanas en la sociedad contemporánea.


4.- Recuperación de la lucidez por parte de Richard. Los otros viajeros llegan a la isla y son asesinados por los guardianes de la marihuana; la sangre de uno de ellos salpica a Richard en la cara, literalmente le ducha; es entonces cuando sale de su estupor, cuando recupera la conciencia: ha de escapar de allí y ha de llevarse a sus amigos. El francés todavía está cuidando del sueco al que mordió el tiburón; ni se lo pueden llevar ni le pueden dejar allí, así que Richard “caritativamente” le da el pasaporte; al fin y al cabo no iba a durar mucho con su pierna engangrenada. Y no experimenta ni reparo ni culpa. Antes de que huyan, sin embargo, son capturados por los narcos.


5.- Recuperación de la lucidez por parte de todos. Toda la comunidad es reunida en el gran salón por los campesinos para ser expulsada. Sin embargo, Sal, la jefa de la comunidad, se opone; y lo hace con argumentos tan contundentes que el jefe de los narcos le da una oportunidad, no sin antes superar una prueba: jugar a la ruleta rusa en la cabeza de Richard. Evidentemente Richard no muere, que para eso es el protagonista; no obstante, para el caso da lo mismo, pues los miembros de la comunidad despiertan igual (aunque yo tendría más a mi favor sobre la teoría del valor simbólico de la sangre). El rito del sacrificio ahora es inequívoco: la comunidad reunida, los sacerdotes, el poste del sacrificio y el chivo expiatorio. Sin embargo, la muerte sangrienta de Richard es sustituida por un corte en la ceja y una exhortación: “¡adelante, Sal, que todos vean la sangre, a ver si lo soportan!”. Sal aprieta el gatillo, pero el percutor golpea en vacío. Todos lo han visto claro, han visto lo que se necesita para mantener el paraíso, así que huyen de allí.


Sin embargo, al margen de la historia concreta, que puede resultar más o menos anecdótica, más o menos prescindible, el tema central de la película es, como dije al principio, la desmitificación del paraíso, y éste no se desmitifica sólo por la necesidad del sacrificio (sangriento o no) de algún que otro miembro en bien de la comunidad, sino por muchas más cuestiones.


En primer lugar por cuestiones objetivas:


a) Por la amenaza exterior. El paraíso ha de estar localizado en un lugar apartado donde no pueda llegar nadie o, como mucho, sólo los más audaces; un lugar apartado de las rutas turísticas, comerciales y productivas; una isla, un valle perdido. Pero, ¿existe de verdad eso en los tiempos que corren? Y si existiera, ¿cuánto tiempo duraría sin ser colonizado por la civilización? La amenaza exterior al paraíso está representada por Richard y los franceses, por los nuevos viajeros y por los narcotraficantes, que llegan a la isla cuatro años después de estar fundada la comunidad, y llegan con armas de fuego, símbolo de la peligrosa devastación civilizatoria.


b) Por la amenaza de la Naturaleza. La naturaleza es representada por el tiburón que ataca a los pescadores suecos; el paraíso ha de ser una sociedad simple, una pequeña comunidad, pero esto supone una fragilidad extrema frente a tales desastres; por no hablar ya de desastres de más calado como fue el tsunami que en 2004 asoló las costas de Indonesia y Tailandia y en ellas la isla Phi Phi Le, donde se rodó “La Playa”.


c) Por la incapacidad de autosuficiencia. Esta característica del paraíso lo que hace fundamentalmente es poner en relación las dos amenazas anteriores: una amenaza natural a la que no se puede hacer frente reclama ayuda del exterior (médicos y medicinas en el caso del accidente, comercio en el caso de la contaminación del arroz). El paraíso es, pues, objetivamente autosuficiente hasta cierto punto.


En segundo lugar por cuestiones más subjetivas:


c) Por pseudo-necesidades. La imposibilidad de autosuficiencia señalada antes frente a necesidades bastante objetivas se magnifica si se tienen en cuenta necesidades nimias producto del consumismo occidental, nada que con el tiempo no pueda ser superado. Esto, además, es un clásico en las películas del género: el viajero, náufrago, etc., que ha de acostumbrarse a vivir sin las comodidades del mundo moderno. El problema es que esas pseudo-necesidades de cada individuo en la comunidad se realimentan con las pseudo-necesidades de los otros y con la posibilidad de satisfacerlas. A este respecto se nos podría plantear la duda de por qué Garland escogió como paraíso una comunidad hippie y no una comunidad indígena en la cual el viajero hubiera aprendido a prescindir de lo innecesario. La respuesta quizá esté en que también nos quería hacer ver cómo son las relaciones humanas de la sociedad occidental a pequeña escala.


d) Por el deseo. Quizá entre esas pseudo-necesidades se encuentre el placer, la belleza, etc. Poco he tratado en este artículo de la francesa, la compañera de viaje de Richard, novia del francés, aunque ya adelanté que aquél se encaprichó de ella en cuanto la vio. Parte de la estancia en la Playa la pasa Richard sufriendo por el deseo de poseerla, sin poder disfrutar de los demás placeres. Al parecer esta situación, en la novela de Garland, se prolonga hasta el final; no llega a poseerla, con lo cual el efecto es mucho más claro: no se puede ser feliz a causa del deseo de lo que no se tiene. Aunque por otro lado la película posee otra virtud, ya que al conseguirla se enemista con el francés, surgen los celos, envidias; miserias humanas, en definitiva.


e) Por el dolor. Sólo el Edén bíblico está exento de dolor, los paraísos terrenales, en cambio, han de contar con él para, al menos, mitigarlo, si es que no es posible aceptarlo. El paraíso terrenal debe anticiparse o calmar muy pronto los dolores de la enfermedad, de la vejez, etc. Ahora bien, más allá de esta utópica constatación, la situación concreta de la película, la expulsión del herido por el tiburón cuyos gritos no dejan dormir al resto, nos hace plantearnos qué tipo de “paraíso” estamos construyendo en nuestras sociedades occidentales apartando a los enfermos en los hospitales, apartando a los ancianos en las residencias, apartando el dolor y el olor de nuestra conciencia.


f) Por la culpa. Los viajeros son miembros de la sociedad occidental con la moral judeocristiana, por ello experimentan sentimientos de culpa ante la muerte, la enfermedad o la omisión de ayuda a un compañero, si bien es cierto que no todos lo experimentan, pero esto se debe a la necesaria tensión dramática de la historia. Para el caso es lo mismo, puesto que lo que nos importa es lo que ello representa para nosotros: la imposibilidad del paraíso debido al sentimiento de culpa que nos produce un comportamiento inmoral necesario, eso sí, para poder seguir disfrutando del paraíso: “en la playa turística perfecta nada podía impedir la búsqueda del placer, ni siquiera la muerte” (Richard).


g) Por la existencia de autoridad. Toda comunidad posee una autoridad más o menos democrática, pero desde el punto de vista individualista que supone la búsqueda del placer, la autoridad puede parecer castrante, puede oponerse a nuestros deseos; incluso una autoridad completamente democrática, asamblearia, podría parecerlo, es más, podría parecerlo cualquier otra persona que se nos opusiera. No obstante, evidentemente esto ocurre si se define el paraíso en los términos de búsqueda del placer.


Sin embargo, quizá cupiera entender el paraíso en términos de serenidad del alma y búsqueda del conocimiento, al modo de los epicúreos o los estoicos. Y desde este punto de vista también cabe concebir el concepto del viaje: Richard viaja escapando de la sociedad occidental, pero lo hace para seguir en la misma línea, con las mismas actitudes, busca aventura y placer, “experiencias”. Pero, ¿es eso lo que busca el auténtico viajero? ¿No busca acaso conocimientos? ¿No viaja para ver? ¿para respirar un espíritu distinto, quizá más apaciguado? Nada de esto tiene que ver con el paraíso, sino con encontrar reductos alternativos a la ciudad occidental, no necesariamente paradisíacos, pero sí más calmados.


En fin, como colofón podemos concluir que se trata de una buena historia por todo lo que sugiere, por todo aquello a lo que apunta, por todo lo que se critica de modo tan irónico, tan surrealista; una buena historia, aunque pesimista: la sociedad contemporánea no funciona y no existe el paraíso... Quizá porque tampoco sepamos buscarlo. El último pensamiento de Richard, cuando ya se encuentra en el cibercafé apunta hacia ello. Sin embargo, como ya he dicho casi al principio, lo que hace es convertir el paraíso de algo colectivo y objetivo en algo individual y subjetivo, muy propio de los tiempos en que vivimos. Probablemente lo que pasa es que esté confundiendo el concepto del paraíso con el de la felicidad, y aunque durante todo este escrito haya estado apuntando hacia él, debería ser tratado aparte y no solo a través de esta película. Quizá después de este análisis el filme nos parezca más complejo de lo que aparenta, quizá no se haya entendido bien y quizá por eso fue un fracaso en taquilla, a pesar del niño bonito que tenía por protagonista.




The Beach Soundtra...





Zanjas profundas en tu mente
Zanjas profundas en tu mundo
Zanjas que nos separan
Zanjas que nos escinden
Zanjas en las que caemos
a veces sin poder salir
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