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miércoles, 30 de mayo de 2007




Bandera Pirata






viernes, 11 de mayo de 2007




¡A las Barricadas!





Barricada - Correr...

"Negras tormentas agitan los aires
nubes oscu-uras nos impiden ver..."

Que no, que me he equivocao. Dice así:

"Como un poso en tu café
síndrome del último cigarro
un dibujo del revés
desorden de piezas en las manos
...
Correr a ciegas es
como retroceder
aquí no queda nada claro.
En el váter sentao
empujar el orgullo
esa es la única verdad"


Esta es una de las canciones que ayer (10 de mayo) les faltó por tocar a los Barricada, y eso que estuvieron casi dos horas y media: todo un conciertazo que, aunque empezó mal, con mal sonido, con el drogas pareciéndose a Juan Tamariz y poca gente en la Riviera, luego se arregló... Excepto el drogas, claro (lo único que hizo fue quitarse las gafas y el sombrero de copa). La sala terminó llenándose con los que estaban fuera tomándola, lo cual no me extraña, ya que un mini te cuesta dentro 9,50 euros, todo un robo. Hasta salió el Rosendo a cantar el "Déjame que pose para ti..."

No me extraña que se lleven bien el Rosendo con los Barri, son tan para cual: exponentes del cripto-rock, aunque en eso se llevan la palma los Héroes del Silencio (que ya el nombre lo dice todo). Si es que lo bueno del rock anglosajón es que no te enteras de lo que dicen y te centras en la música.

Yo fui al concierto esperando que se tiraran el rollo con el acústico, como en el disco ese de "Mordiscos", que me parece uno de los mejores, y... Bueno, tocaron tres canciones; me supieron a poco pero estuvieron bien. Con eso de que ya son mayorcitos esperaba que hubieran sentado la cabeza, que sentaran el culo en una silla con la guitarra acústica y, hala, un amplagued. Pero no, que va, el drogas se cree un troll de los bosques moviéndose y saltando de acá para allá, con lo flaco que está, que parece que se va a romper.

Hubo algunas canciones versioneadas, de las cuales algunas fueron muy buenas, como la de "la silla eléctrica" y otras una patata, de cuyos títulos ni quiero acordarme. Especialmente patéticas o patáticas son las versiones aceleradas, como adaptadas a los tiempos modernos... Una basura.

Ahora bien, lo peor fueron algunas canciones que, simplemente, no tendrían que haber tocado; himnos de otros tiempos: "No hay tregua" y "Okupación", por ejemplo. En una sociedad aburguesada como la nuestra, tocando en una sala con los minis a 10 euros, la entrada a 22, la gente treintañera y cuarentona pagando sus alquileres y sus hipotecas, incapaz de mover el culo salvo para colocarse (recuérdese Malasaña)... Esas canciones no tienen sentido, salvo como folclore evocador de otros tiempos o, quizá, otros lugares. Claro, que peor que ellos cantando, era la gente que los coreaba: antiguos heavies venidos a menos, calvos, cuyas melenas se perdieron de tanto menearlas en los conciertos (yo una vez acabé con collarín y todo)... Bueno, supongo que algún chavalín habría en el foso bailando pogo y partiéndose la cara con sus congéneres; para ellos están bien estas canciones. De todos modos el disco "No hay tregua" me parece el peor de toda su carrera, aunque yo me quedé en "Por instinto"; a ver si me actualizo con el emule.

Pero en general el concierto me dejó muy buen sabor de boca: estuvieron tocando, como ya he dicho, casi dos horas y media, cosa que ya no hace ningún grupo... Bueno, estuve viendo hace unos meses a los bilbaínos "Doctor Deseo", grupo que recomiendo a todo el mundo (sobre todo sus dos últimos discos), y también tocaron lo suyo.

Acabado el concierto nos fuimos andando hasta las Vistillas (ya habían empezado las fiestas de San Isidro), en las cuales estaba tocando un cantautor, probablemente famoso, pero es que todavía no ha entrado en mi cabeza ese tipo de música: aunque supongo que habrá cosas muy buenas, en general me parecen un poco lloricas. De todos modos había poca gente.

Así que continuamos andando hacia La Latina, en cuya Plaza de los Carros, bajo la Iglesia de San Andrés Apostol se estaba dando un mítin de Izquierda Undida (ese día empezaba oficialmente la campaña electoral). Llegamos prácticamente al final y no sé si deberíamos haber llegado antes, ya que probablemente nos habríamos aburrido y nos habríamos marchado antes de ver lo que vimos: un espectáculo totalmente bochornoso. Acabado el mitin, tras pedir el voto, enchufan un cántico a la megafonía, que parecía un coro de ángeles o algo así, cuyo estribillo rezaba: "Izquierda Undiiiida, yaaaaaaa". Al parecer se trata del nuevo himno de la coalición. Primero me quedé de piedra, luego me entró la risa. Pero lo peor estaba por llegar, ya que al final del himno soltaron un chorro de globitos blancos llenos de helio que subían y subían por la pared de la iglesia, algunos chocaban contra los vértices de las cornisas, otros contra las figuras, y explotaban, otros lograban escapar hacia el cielo; una preciosidad, vamos... Una AMERICANADA !!! Una guarrería. Un espectáculo que clama al cielo.

¿Dónde quedó la Internacional cantada por todos los acólitos con el puño levantado a la antigua usanza? ¿Dónde quedó su dignidad? De este modo podríamos llamarles "antiguos", "pasados", etc., como a los Barricada. Pero tendrían su dignidad, no así, de este modo tan mediático-chapucero-colorista. Una verguenza, un insulto para toda la lucha histórica. ¿No quieres que te asocien al pasado? No hagas nada, no digas nada, pero no intentes parecerte a otros.

En fin, al parecer todavía nos quedan muchas cosas por las que luchar: vivienda, sueldos dignos, medio ambiente... Y no sé si las barricadas reales son el mejor modo de conseguirlo, ya que asustan a mucha gente aburguesada, gente conservadora (que al menos quiere conservar su integridad física frente a las porras y las pelotas de los maderos), pero con ciertas ideas parecidas a las nuestras.

Ya sabéis chic@s: ¡¡¡ A LAS BARRICADAS !!! (metafóricamente)

...Y no olvidéis esto el día 27: PP=KK, PSOE=kk, IU=kkita

martes, 8 de mayo de 2007




Acerca del solipsismo

Mi reflexión sobre el solipsismo es una respuesta a este texto de un amigo:

"El solipsismo es la creencia de que solamente existe uno y todo lo que hay alrededor de él o lo que puede percibir es un producto de su propia mente.

Más información en: http://es.wikipedia.org/wiki/Solipsismo


Creo que el solipsismo es la evolución natural del racionalismo, puesto que, sabiendo que lo que percibimos y sentimos es una interpretación de nuestro cerebro, no podemos garantizar con absoluta seguridad que la fuente de nuestras percepciones sea externa a nuestra propia mente.


Pero aquí entra la fe. La fe vino para resolver este tipo de problemas. Creo que la mayoría de la gente no es solipsista, y no porque desconozca o no haya experimentado esos sentimientos-pensamientos. La gente no somos solipsistas porque verdaderamente confiamos en nuestros sentidos, en lo que percibimos, tenemos una fe ciega en ello, aunque racionalmente nos sea totalmente imposible demostrarlo. Tenemos fe y los que no tienen fe la desean, porque sin esta fe solo queda soledad y miedo.


La paradoja es la explicación racional de la fe. La fe no es racional, es un sentimiento visceral difícil de controlar. Durante toda la vida nos han intentado convencer, de una manera razonable, de que la fe es muy buena, o muy mala. Y siempre nos empeñamos en racionalizarla. Y esto que escribo no es más que otro ejemplo de intentar acotar con palabras estas cosas. Y digo cosas porque su significado es muy grande y muy abstracto.


La paradoja es la fe que nos libera del solipsismo".

(Hasta aquí el texto de Carlos)

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Mi respuesta:

Índice-resumen

1.- Crítica a la alternativa entre solipsismo racionalista y fe en los sentidos (ambas son manifestaciones de mentalismo)

2.- Un poco de historia sobre el mentalismo

3.- Un poco de historia sobre el solipsismo racionalista (Descartes y el genio maligno)

4.- Razones para el solipsismo racionalista (entre ellas resultados de la neurobiología)

5.- Reflexiones acerca de la “neurociencia” y Matrix como versión “neurocientífica” del genio maligno cartesiano

6.- Reflexiones al margen sobre las distopías (la película “Matrix” como utopía negativa y otras obras del mismo género)

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1.- Crítica a la alternativa entre solipsismo racionalista y fe en los sentidos

El punto clave de mi crítica a la alternativa entre solipsismo racionalista y fe en los sentidos es que ambos son casos distintos de una misma ideología, cosmovisión o como quieras llamarlo: el mentalismo. El mentalismo consiste en creer que lo fundamental en el hombre, la esencia del ser humano, es su mente, pudiendo ser ésta racional o fideísta (fe). El mentalismo olvida la existencia del cuerpo, un cuerpo conformado, si no antes, por lo menos al compás de la mente, tanto en la evolución de la especie como en el desarrollo del organismo individual. De manera que no se podría hablar de “fe en los sentidos” puesto que en los sentidos vivimos, vivir es sentir, y los sentidos son la condición de posibilidad de la fe, al igual que de la razón: sin oído no habría fe ni razón posible, pues para ambas es indispensable la palabra, proferida y escuchada; sin vista y sin tacto no podría haber racionalidad alguna, ya que ésta comienza con las matemáticas, para las cuales es necesario el uso de herramientas, y para esto a su vez es necesario el tacto y la vista. Y esto por no hablar de que para estar vivo hace falta comer, y para ello son indispensables el gusto y el olfato.

Todo esto quiere decir que la condición para que exista el mentalismo (o cualquier otra filosofía) es la existencia del cuerpo vivo, un cuerpo del que no se puede dudar, salvo en contadas excepciones (que luego veremos), excepciones de las cuales no se puede generalizar. Cualquier filosofía verdadera debe tomar en cuenta al cuerpo como la esencia del ser humano, es decir, debe partir de la existencia del cuerpo y debe tenerlo siempre presente como algo de lo que parte todo lo demás. Mi propósito es mostrar las causas y las razones recurrentes del propio mentalismo en tanto que ideología.

Es claro que esta teoría que sostengo se sustenta en la biología evolucionista y en la neurobiología, aunque no se reduce a ellas (la mayoría de neurobiólogos son mentalistas y reduccionistas); sin embargo, un auténtico racionalista dudaría de cualquier ciencia experimental, pues el racionalismo hace un uso muy restrictivo del concepto de “razón”, la razón lógico-matemática; ahora bien el problema de este tipo de razón es que se trata de una razón formal, argumentativa o procedimental, lo que significa que no puede dar cuenta de aquello de lo que habla, es decir, de sus materiales o contenidos, estos le han de venir dados por otro lado: por los sentidos, por la fe, por las alucinaciones... Así, pues, el argumento que usas para caracterizar al solipsismo racionalista no es adecuado: un racionalista no podría fundamentarse en que nuestros sentidos son interpretaciones de nuestro cerebro, sino en la no veracidad de la fuente de sus contenidos, en la posibilidad de que los sentidos no sean verdaderos.

Por otro lado esta teoría podría ser atacada desde el creacionismo, pero el creacionismo supone la fe en la Biblia y basarnos en la fe para sostener algo tan importante como la negación de la evolución o la existencia real del mundo (en el caso de la fe en los sentidos) es caer igualmente en el mentalismo. Por lo tanto que no se me intente criticar con esa postura (el creacionismo) porque directamente la obviaré: ya no es que se trate de creer en Dios (que no existe), sino de creer a pie juntillas en la Biblia y negar la ciencia, pues todavía sería posible creer en Dios y sostener que el relato del Génesis es una metáfora de los tiempos antiguos, unos tiempos en los que no se conocía lo que se conoce hoy. Y efectivamente Dios no existe, lo cual no significa que su concepto y su uso no tengan unas determinadas funciones psicosociales, una racionalidad aunque quizá no intencional; del mismo modo la fe en los sentidos tendría su racionalidad, su función. Pero ésta ya no es la razón de la que habla el racionalismo, sino otra surgida de disciplinas como la psicología, sociología y antropología. No hay paradoja, entonces, al hablar de “racionalidad de la fe”. Como tampoco la hay al hablar de “fe en la razón” cuando creemos que con la razón podremos solucionar todos nuestros problemas o algunos de ellos; otra cosa es que dicha fe sea ajustada a lo que la razón pueda dar de sí, pero ese es otro tema.

Las paradojas se producen cuando se intenta dar cuenta de un término usando otro término que ya había sido explicado por el primero; en este caso sería por ejemplo “sentir la fe”: si la fe es nuestra garantía de los sentidos no puede haber un sentido de la fe; la fe sería otra cosa, no sé el qué. Intentar dar razón de algo que no es racional no es una paradoja, sino un mal uso de la razón. La gran paradoja es en la que se cae cuando para afirmar el solipsismo, negando la validez de los sentidos, de la experiencia, uno se fundamenta en la neurobiología, que es una ciencia experimental (si los sentidos pueden no ser verdaderos, tampoco podría serlo la neurobiología, con lo cual quizá nuestros sentidos no fueran interpretación del cerebro y, por lo tanto, fueran verdaderos: paradoja); éste, no obstante, no es el camino que sigue el racionalismo para caer en el solipsismo, sino el que sigue la “neurociencia”.

2.- Un poco de historia sobre el mentalismo

El mentalismo es la creencia en la existencia de una mente más o menos desvinculada del cuerpo, no ya del cerebro, puesto que los mentalistas modernos se hacen eco de los avances en neurología, pero sí del cuerpo en tanto que conectado a la realidad exterior, en tanto proveedor de estímulos. Es decir, el mentalismo sostiene la posibilidad de la existencia de un cerebro desvinculado del cuerpo, éste sería, todo lo más, un proveedor de alimento, de energía, mas no necesariamente de estímulos con los que trabajar. Así surgen las polémicas en torno a la posibilidad de cerebros en una cubeta y su tipo de vida “mental”.

Pues bien, esta ideología no es sino la reformulación en tiempos neurocientíficos de la creencia en el alma, un alma individual que puede subsistir al margen del cuerpo. La creencia en el alma esta profundamente arraigada en las tradiciones indoeuropeas, empezando por la India, continuando con los persas y terminando en la Grecia clásica. Es en Grecia, sin embargo, donde toma su variante racionalista: la razón como facultad del alma, facultad divina, pero siempre un alma con posibilidad de existir más allá del cuerpo.

Contra lo que suele sostenerse, no todas las culturas han creído en ese tipo de alma. El hecho de que aparezcan enterramientos que indiquen la creencia en una vida ultraterrena no significa que se crea en la resurrección del alma, sino más bien en la resurrección del cuerpo, en la resurrección de la carne, y el mejor ejemplo de ello es el judaísmo.

Sin embargo, el cristianismo (herejía del judaísmo) ya tiene influencia grecorromana y en él aparece el alma individual. La extensión por todo el orbe del cristianismo y de la cultura grecolatina nos ha dejado esta creencia tan arraigada de la que muchos intentan desprenderse simplemente reformulando sus términos: ya no se llama “alma”, sino “mente”, ya no es inmortal, está localizada en el cerebro, sí, pero sigue desconectada del cuerpo, pues se sigue creyendo en la posibilidad de su existencia privada de los estímulos exteriores, privada del cuerpo vivo y en movimiento. A lo largo de toda la historia del cristianismo, dependiendo de grupos y lugares, se ha ido haciendo más hincapié ya sea en la razón, ya en la fe, como facultad del alma, pero pocos dudaban de la existencia de ésta.

Es a partir de principios del siglo XX, con el auge de la psicología (palabra que procede del griego “psijé”, que significa “alma”), cuando se deja de hablar del alma y se empieza a hablar de la mente, como si ese concepto fuese menos oscuro que el del alma, cuando ni Dios sabe lo que eso significa, porque al menos el alma sí lo conocía Dios.

La neurología, o más bien su trasunto filosófico llamado ideológicamente “neurociencia” es una adaptación del mentalismo, es un mentalismo camuflado de cientificismo que viene a prestar ayuda a la antigua tesis del racionalismo solipsista. Según ella nuestras sensaciones y percepciones son producto de nuestro cerebro y éste puede llegar a ser manipulable directamente a través de impulsos eléctricos, existiendo la posibilidad de crear mundos virtuales en nuestros propios cerebros. Esta es, por supuesto, parte de la chicha de la película Matrix (ver reflexión paralela al final).

3.- Un poco de historia sobre el solipsismo racionalista (Descartes y el genio maligno)

Como bien dices el solipsismo es una consecuencia del racionalismo (aunque no solo de él, como ya hemos visto), al igual que el idealismo; lo que ocurre es que éste intenta incorporar de un modo objetivo al resto del mundo y del universo en el esquema del yo: tanto el yo como el mundo serían parte de un espíritu absoluto. Esto, no obstante, ya se saldría de la concepción mentalista, pues transciende el yo personal.

El propio Descartes es uno de los primeros racionalistas, para algunos el pionero, aunque se ha visto que tampoco fue muy original ya que antes que él filósofos españoles escolásticos habían expuesto sus tesis (Francisco Sánchez el escéptico, Suárez, Gómez Pereira, etc.); Descartes, como decía, ya entrevió los problemas del racionalismo en la línea que tu apuntas: la duda de los sentidos.

En él, sin embargo, la duda es metódica, puesto que no se queda instalado en ella. Descartes empieza a dudar de todo y entre las últimas cosas de las que duda es de sus propios sentidos y de Dios (Dios como un genio maligno que me engaña en mis sentidos), no obstante sí consigue una certeza: se trata del famoso “pienso, luego existo” (ego cogito, ergo sum), aunque se ha discutido sobre si el texto no diría más bien “pienso, existo” (ego cogito, ego sum). Menudencias aparte, si Descartes se hubiera quedado en esta única certeza racional, como pienso que, para ser estrictamente consecuente, debiera haber hecho, habría caído en el solipsismo: solo existo yo y no puedo fiarme de nada más; a partir de aquí el hombre podía haberse dedicado tranquilamente a las matemáticas o a las drogas y haber dejado la filosofía para mentes menos chuscas que la suya.

Pero no, el tenía que seguir insistiendo, se mete en el atolladero y no sabe salir, así que recurre como bien dices tú a la fe; pero no a cualquier fe, sino a la auténtica, a la cristiana: Dios es un dios bueno y no puede permitir que yo me engañe, que mis sentidos me engañen (Dios no es un genio maligno). Hala, se queda tan ancho, sale del pozo y continúa sus andanzas racionalistas. Pero su punto de apoyo es la fe.

Ahora bien, no sé qué será peor, si la fe en Dios (que no existe) o la fe en los sentidos (que existen y no necesitan de ninguna fe).

4.- Razones para el solipsismo racionalista

Date cuenta de que igual que hablar de “fe en Dios” supone una reacción contra la experiencia o la creencia en la inexistencia del mismo, hablar de “fe en los sentidos” supone tener en cuenta una serie de experiencias, ya sean personales, ya vicarias, que ponen en tela de juicio el valor de los sentidos, es decir, se pone en duda la veracidad de la fuente que proporciona materiales a la propia razón:

a.- Los sueños: hay sueños que parecen reales, experimentamos vivencias que no son tales; este, por cierto, fue el argumento de Descartes para iniciar su duda: ¿acaso no podría estar yo en un sueño constantemente?

b.- Las drogas: algunos de nosotros, y los otros a través de estos algunos, sabemos que existen ciertas drogas que inducen experiencias irreales, alucinaciones; otro elemento más para dudar de los sentidos.

c.- Las enfermedades mentales: también sabemos que ciertas disfunciones neurológicas y hormonales producen alucinaciones, falsas experiencias. Por cierto, los otros dos tipos de experiencias pueden ser reducidos a éste: los sueños como enfermedad mental pasajera durante el sueño, actividad neuronal incontrolada conscientemente; las experiencias psicotrópicas como enfermedades mentales pasajeras inducidas por sustancias similares a los neurotransmisores.

En cualquier caso, a diferencia de la fe en Dios, en algo que no experimentamos, la fe en los sentidos a partir de las experiencias engañosas supone generalizar casos extraños, raros, y obviar el curso normal de la experiencia, las vivencias o la existencia de uno mismo y de los demás.

5.- Reflexiones acerca de la “neurociencia” y Matrix como versión “neurocientífica” del genio maligno cartesiano

Y para finalizar con el tema, unas reflexiones acerca de la relación entre mente y cerebro (espíritu y cuerpo).

¿Cómo funciona el cerebro? Si los neurocientíficos no perdiesen de vista la contestación a esta pregunta, que de seguro la conocen, no dirían tantas tonterías: el cerebro funciona a través de irradiación y concentración de impulsos eléctricos por las neuronas; una palabra escuchada, una cosa vista, o una sensación táctil, produce una serie de irradiaciones nerviosas en nuestro cerebro que nos lleva a “pensar” en otras cosas, cosas parecidas (metáfora) o cosas que tienen relación con lo percibido (metonimia); no obstante, tales irradiaciones no se producen al azar, sino que son el producto de nuestra experiencia. Según esto la memoria podría definirse como la existencia de caminos nerviosos en el cerebro; el problema para la ciencia está en que debido a la diferente vida de las personas, un mismo hecho, el recuerdo de una simple lista de palabras, por ejemplo, no sigue los mismos caminos nerviosos en dos individuos distintos; de hecho ni siquiera existen las mismas conexiones nerviosas, ni la misma cantidad de neuronas.

A grandes rasgos los neurólogos logran establecer distintos tipos de vías nerviosas que llegan a los miembros para poder llegar a implantar brazos o piernas biomecánicos, pero siempre existe un proceso de aprendizaje tras la implantación, algo así como intentar mover un músculo que nunca antes hemos movido conscientemente, por ejemplo un pectoral.

Ni siquiera estamos seguros que reproduciendo un cerebro punto por punto en un momento dado (si esto fuera posible), lográsemos una “mente” idéntica a la del cerebro inicial, pues probablemente las irradiaciones entre zonas dependan de la intensidad de los impulsos nerviosos, de la suma de estos procedentes de distintas áreas, etc., lo cual hace pensar en una memoria celular (de las neuronas) algo similar a la de los circuitos electrónicos, pero sin reducirla a la lógica binaria, por supuesto. Lo que nunca será posible es transferir la “mente” a otro cerebro. Quizá pudiera llegarse a reimplantar un cerebro en otro cuerpo siempre y cuando se estuviese seguro de que la conexión de todos y cada uno de los nervios fuese la misma que en el cuerpo original, pero esto, más que ciencia ficción, es un trabajo de chinos que lleva su tiempo, y no sabemos si los cuerpos semivivos aguantarían ese tiempo.

Si fuese posible mantener un cerebro vivo en una cubeta y conectar sus nervios a una máquina que le estimulase eléctricamente, ¿conseguiríamos algo? Tendríamos que conocer su historia anterior y cómo funciona en función de esa historia para, al estimularlo, no volverlo loco. Pero conocer eso es simplemente imposible. Otra cosa sería conectar sus nervios a sensores ópticos, auditivos, táctiles, motores, etc. Pero del mismo modo eso sería volverle loco, pues debería volver a aprender todo, debería volver a tener que establecer las relaciones entre cosas vistas, oídas, tocadas, etc. Esto si es que lograse aprenderlo, porque si dicho cerebro procediera de un cuerpo anterior, las sensaciones actuales para él serían otras, completamente otras. Cosa muy distinta, también sería conectar un cerebro desde su nacimiento, pero para poder conectar todas las terminaciones nerviosas habría que construir un robot prácticamente humano, y éste habría de aprender todo desde cero, una ardua tarea no exenta de problemas éticos en los cuales no quiero entrar.

Así pues, la película “Matrix” tiene más de ficción que de ciencia, pues un cerebro sin conexión con el mundo exterior no es absolutamente nada: o bien sus impulsos eléctricos funcionan al azar o bien si se ha seguido un programa de estimulación dicho cerebro podrá funcionar como un ordenador (input – output) pero nada más (y nada menos, que ya es bastante). Por no hablar ya del anquilosamiento de los cuerpos, que por mucha electroacupuntura a la que los sometiéramos no los rehabilitaríamos. Dentro de esta ficción, como ya hemos dicho, lo que sí se rehabilita es el viejo genio maligno cartesiano que nos engaña con nuestros sentidos (aunque ahora es una máquina, un ordenador). Si bien existe cierta diferencia no despreciable con el solipsismo cartesiano, precisamente en “Matrix” no existe solipsismo, pues hay conexión con los otros cerebros a través del ordenador, es simplemente un mundo virtual.

La “mente”, el alma individual, en definitiva, ha de existir en el cuerpo: nace con él, se desarrolla con él y muere con él, aunque algo de ella pueda quedar en las obras hechas en vida. El cerebro se va formando a medida que vamos creciendo y aprendiendo en el mundo a través de los cinco sentidos, sí, pero sobre todo a través de la experiencia motora, a través de nuestros movimientos en este mundo, que son lo que nos permite cambiar de percepciones. No he visto “Hable con ella”, tampoco “Johnny cogió su fusil”, pero en ambas películas se plantea la posibilidad de la existencia de una vida al margen de los sentidos... ¿O al margen de una respuesta motora? En dichas películas se supone la existencia de una mente o un alma dentro de un cuerpo maltrecho, aunque más bien se trataría de la pervivencia de ese alma o esa mente, es decir, ya partimos de un alma existente antes del accidente o la enfermedad, y al constatarse la actividad nerviosa a través de sensores, se plantea la posibilidad de la continuidad de la vida, una vida interior, pero lo cierto es que sin estímulos externos esa vida sería lo más parecida a una serie de sueños, y como todos los sueños, erráticos.

6.- Reflexiones al margen sobre las distopías (la película “Matrix” como utopía negativa y otras obras del mismo género)

La película Matrix la podríamos encuadrar dentro del género de las distopías o utopías negativas, es decir, mundos futuros posibles en los que la vida humana se desarrolla en sistemas políticos y/o ecosistemas poco menos que infernales. Estas distopías denuncian el peligro que supone el desarrollo hasta sus últimas consecuencias de ciertas líneas sociopolíticas y tecnológicas de la época en la que se gestan dichos relatos. En ellas siempre existen personajes que luchan contra ese sistema político, que normalmente suele ser o bien ultradictatorial, totalitario (como en “1984”, “Brazil”, “V de vendetta”) o bien neomedieval (“Mad Max”, “Waterworld”); este es el principal valor de dichas obras: la resistencia frente a un sistema que coarta la libertad del individuo; estas películas y obras literarias llaman a la resistencia, aquí y ahora, contra políticas y tecnologías que uniformizan a las personas o que producirán cataclismos medioambientales tras los cuales llegará una nueva Edad Media. Las obras pioneras en este género son “El talón de hierro” de Jack London, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley y “1984” de George Orwell: la primera denuncia el capitalismo y su posibilidad de degeneración en un sistema ultrafascista, Huxley denuncia la sociedad de masas norteamericana con sus avances en biomedicina (nada comparado con lo de hoy) y Orwell denuncia el sistema político totalitario de la Unión Soviética. Matrix, al respecto, estaría denunciando por una parte los peligros de la tecnología neurológica y por otra se haría cargo del no tan reciente miedo a ser sojuzgados por nuestras propias creaciones, si bien, teniendo en cuenta este único criterio, es más realista “La rebelión de las máquinas” y “Terminator” pues tratan de dominación y lucha física, no mental. Sin embargo en Matrix al mismo tiempo se estaría haciendo un llamamiento a la resistencia contra el mundo aparente en que vivimos: el mundo real no sería ese mundo apocalíptico dominado por las máquinas, sino este mundo dominado por las corporaciones económicas, comerciales y mediáticas, sobre todo mediáticas, por la industria del entretenimiento y el ocio, etc. La auténtica Matrix (el mundo aparente en que vivimos) sería este mundo “idílico” en el que muchos viven trabajando ocho, diez o más horas diarias para llegar a casa y embobarse con el Home Cinema, la Play Station, la navegación a la deriva por el ciberespacio o el partido de turno con las correspondientes cervezas; ese mundo idílico de los fines de semana pasados en una casa rural a la que llegamos en todoterreno o en el centro comercial para hacer la compra de toda la semana; ese mundo de los ratos de ocio en que olvidamos el negocio gracias a las drogas y al alcohol; ¿qué sería de nosotros sin ellas?. El Estado y el Capital las necesitan para evitar su colapso, pues si no, la gente o bien se suicidaría o bien se levantaría en armas; esto se refleja muy bien en la novela de Huxley y en los últimos sucesos del madrileño barrio de Malasaña.





Zanjas profundas en tu mente
Zanjas profundas en tu mundo
Zanjas que nos separan
Zanjas que nos escinden
Zanjas en las que caemos
a veces sin poder salir
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