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viernes, 29 de junio de 2007




Rolling Stones: el gran timo del Rock and Roll

Los Sex Pistols estarían de acuerdo en dejarme utilizar su lema para definir lo que el jueves, 28 de junio, ocurrió en el Vicente Calderón: asistimos al advenimiento del gran timo.

En primer lugar pondré mis cartas sobre la mesa: no soy un gran seguidor de los Stones. En segundo lugar entro a saco en el asunto. Lo peor del concierto fue el abuelo Cocotero-Richards, al cual se le olvidó quitarse el torniquete del brazo; no sabemos qué se pincharía, si algo que le dejó dormido o algo para despertarse un poco y mantenerse en pie; aunque no llegó a caerse hizo el intento varias veces. Y su guitarra desde luego no sonaba bien. Yo no me percaté del asunto pero al parecer el abuelo Jagger lo evitó en todo momento.

El abuelo Jagger en su línea, aunque le vi menos activo que otras veces. Se conserva bien el hombre; ya quisiera tener yo sus abdominales. Esta gente terminará sus días balbuceando las canciones en sillas de ruedas, como ya han predicho los guionistas de los Simpson (esos grandes analistas y profetas de la sociedad actual).

Las canciones que tocaron fueron las de siempre, lo cual es de agradecer (más vale lo bueno conocido...), aunque en algunos momentos algo se acoplaba empañando la nitidez de la música. Inaceptable para un grupo como éste, con los equipos técnicos y humanos que llevan, y con la pasta que cuesta.

Hace mucho tiempo que el rock’n’roll se convirtió en un circo, los propios Rolling así lo decretaron con su espectáculo de 1968. El gran problema que yo veo ahora, frente a entonces, problema extensible a otros muchos grupos, es su egolatría, su soberbia y su afán de protagonismo, con lo cual el circo se convierte en timo: ellos son las estrellas y a su alrededor han de girar los planetas. ¿Por qué no prestarles un poco de su luz? ¿Por qué no convertirse ellos en parte de un espectáculo grandioso en lugar de dar su propio pero menos vistoso espectáculo y haciendo sombra a los demás? ¿Acaso no hubiéramos salido con mejor sabor de boca, perdonando los pequeños fallos e infamias?

El inmenso escenario que habían montado estuvo completamente desaprovechado la mayor parte del tiempo, tanto antes como durante la actuación de los abuelos. Durante la actuación podrían haber puesto a gente bailando en distintos puntos del escenario. Podrían haberse ahorrado parte del montaje sustituyéndolo por una pantalla más grande, como la del 2003, o más, de modo que pudieran proyectarse imágenes de las bailarinas y bailarines para que pudieran verse desde el fondo del estadio. Podrían haber tocado más canciones, como “Gimme Shelter” (la que suena, que no cantaron), en las que se hubiera lucido Lisa Fisher, la cantante negra que llevaban, sin duda lo mejor del concierto.

Antes de su actuación podrían haber prestado pantalla y sonido (luz no hacía falta, porque era de día) a Jet y a Loquillo. Sonaban de pena, muy bajo, y eso que yo estaba a diez metros del escenario; con razón Loquillo no tocó su “Simpatía por los Stones”. Por cierto, existe un error de previsión sociológica en la organización de la gira: ¿quién conoce a los Jet? Cuatro enteraos. Son los que tenían que haber abierto el concierto, en lugar de Loquillo, y si de verdad tienen tres discos, haber tocado todo r'n'r... Con menos gritos. En fin, durante su actuación la gente estuvimos de lo más soso, no respondimos, pobres chicos, pero... Así que mientras se iban el batería nos saludó con su dedo corazón.

Tampoco se oía la música de ambiente que ponían entre grupo y grupo. Lo suyo hubiera sido ponerla alta y proyectar videoclips u otras cosas, algo que nos hubiera hecho más amena la espera, que fue larga. Los 70 euros que la gente pagó por el concierto bien merecían todo esto, ¿no? No, yo no los pagué, yo fui invitado, pero tengo el mismo derecho a quejarme.

Luego estaba el problema de los servicios o w.c.'s: los que estábamos abajo no podíamos subir a los servicios de las gradas, sino meternos en esos infames cubiletes de plástico, que para los hombres tienen un pase, pero las mujeres deberían hacer malabarismos para no tocar con la ropa, especialmente si llevaban faldas, ninguna de las paredes ni elementos o accesorios del citado engendro plástico... Ya era bastante asqueroso sacártela después de haber tenido que cerrar la puerta tocando el cerrojo, especialmente yo, que solo tengo una mano disponible (la otra estaba en el cabestrillo). Ahora bien, el problema es que habría unas ocho o diez cabinas para toda la esplanada, razón por la cual decidí morirme de sed antes que volver a ir a mear. Claro, ante este panorama es natural que no se venda alcohol... Qué narices, la gente está mucho más tranquila. ¿Quieren colocarse? Se fuman un porro... Y más tranquilos aún. Bueno, lo cierto es que durante un rato tuve la mala suerte de estar al lado de unos exaltados, que botaban y bailaban sin percatarse de los empujones que les daba con el brazo medio sano. Y es que otra de las cosas que la organización hizo mal fue dejar pasar demasiada gente a la zona restringida delante del escenario. En el 2003 estuvimos de lujo, sin apreturas, en el mismo lugar.

Al final lanzaron los típicos fuegos de artificio, eso tras comprobar que la espontánea que subió al escenario en busca de sus ídolos (no sabemos si indignada como nosotros, o entusiasmada y dispuesta al sacrificio carnal) no corría peligro de carbonizarse.

En fin, todo un poco triste, pero aún lo es más cuando nos enteramos al día siguiente que dos chavales murieron en el desmantelamiento del escenario al caer desde gran altura; otros dos están heridos. Son "accidentes" en el tajo... ¿Precariedad laboral? A ellos y a todos los currelas (vivos y muertos) les dedico esta canción, oscura, pero también llena de esperanza.


Gimme Shelter (Dame cobijo)

Una tormenta
está amenazando hoy mi vida
si no consigo un refugio durare poco
La guerra, chicos, está solo a la distancia de un tiro
solo a la distancia de un tiro

El fuego está barriendo hoy nuestra calle
arde como una alfombre roja de carbón
ese toro furioso perdió su dirección
...
El saqueo, el asesinato, está solo a un tiro de aquí
está solo a la distancia de un tiro

El diluvio está amenazando hoy mi vida
dame cobijo, durare poco
te digo que el amor, hermana,
está solo a la distancia de un beso
solo a un beso de distancia
solo a un beso de distancia...


PS: Después del "Gimme Shelter" de los Rolling os pongo la versión de los Sister of Mercy, que como se creen más oscuros y crípticos (u oscuros por lo crípticos) cambian la letra: la guerra está solo a la distancia de un beso... el amor solo a la distancia de un disparo... Claro, que quizá también la hace más sugerente al dejar lugar para la interpretación, para la imaginación.

martes, 26 de junio de 2007




Si nada cambiara...

Estimados amiguitos y amiguitas:

Tras surcar los procelosos mares del ciberespacio, tras pelearme con miríadas de ceros y unos (y salir victorioso), con virus malignos, tras ensuciar mis manos con los entresijos de mil computadoras (no pienso arreglaros ni un ordenador más), tras descubrir, en fin, que la informática no tiene secretos para mí... Y aún más, tras sumergirme en los profundos abismos del pensamiento, tras pelearme con monstruos del mismo como Kant o Platón, tras dejarlos a la altura de unas cucarachas y descubrir que mi mente va más allá, surcando las zanjas de este mundo y de otros posibles... Tras todo esto he decidido dar el salto hacia los cielos de la creación audiovisual. Esta es mi primera obra; vedla y continuad leyendo después:





"Si nada cambiara..." es una obra colectiva con un montaje secuencial. La idea original parte de Mirwav (Cuerpo), antiguo guitarrista de La Vaca Guano y nueva promesa de la fotografía, que indignado por el urbanismo terrorista que redujo a escombros Peñachica, el barrio donde creció, quiso hacerle un pequeño homenaje y denunciar, al mismo tiempo, las políticas urbanísticas, de ahí el irónico título y sus estribillos, hechos además por el mismo Mirwav. La música también ha sido compuesta en su totalidad por él.

El resto de la letra y su interpretación corre a cargo de CLS (Clan Lírica Salvaje), grupo hermano de La Vaca, con sus "maestros de ceremonias" Niñato, Nandi y Turo; la única condición que Mirwav puso para el tema de la letra es que fuese manifiestamente ambiguo, pues hace tiempo que viene dándole vueltas a la problemática de la ambigüedad del lenguaje, característica que puede llevar a incomprensión y conflictos.

En un principio no existía la idea de hacer un vídeo con la canción, pero la mala suerte vino a cebarse en la cabecita de Sara, la hija de Mirwav, bajo la forma de piojos, y éste, muy dado a la fotografía, como ya he dicho, quiso inmortalizar a uno de esos despreciables seres, para cuyo soporte utilizó el culo de un vaso de plástico. Ahora bien, la buena suerte quiso que el plástico resultara ser polipropileno. Las siglas del polipropileno son PP y se hayan impresas en el culo del vaso, de modo que la asociación de ideas fue automática: urbanismo, si nada cambiara, PP, piojos, chupadores de sangre... De ahí surgió la idea de hacer un diaporama cuyo motivo principal fueran las fotos del piojo.

Me comentó la idea y me ofrecí a montarlo; escribí un guión aceptando sugerencias y pidiendo fotografías a Mirwav; otras las saqué de internet. Posteriormente, al hilo de la letra, introducimos fotografías del retén de Cogolludo (Guadalajara), once de cuyos miembros murieron en el incendio del Alto Tajo en julio de 2005 debido a diversas negligencias de las administraciones. Sus familiares y amigos (algunos de nosotros) siguen pidiendo una depuración de responsabilidades.

La ambigüedad del lenguaje oral, de la letra, podría haber quedado soterrada bajo las imágenes, ya que la asociación de una imagen a una frase sugiere una interpretación de ésta. Para evitar este efecto lo que hemos hecho es asociar a la misma frase (cuando se repite) distintas imágenes. Ahora bien, como el uso de imágenes también es un tipo de lenguaje susceptible de ser ambiguo, quizá aún más que el uso de palabras (probablemente de ahí venga el dicho "una imagen vale más que mil palabras", pues no se dice que todas esas palabras sean consecuentes o solidarias entre sí), para reflejar esa ambigüedad hemos repetido las imágenes en oraciones distintas, de modo que signifiquen cosas diversas.

Al mismo tiempo hemos jugado con la contraposición entre imágenes dulces (hadas, corazones, animales...) e imágenes duras o desagradables (políticos, eddies, robot, carcel, incendio...) de modo que quede patente por un lado el amor hacia lo nuestro, hacia lo bueno, y nuestro desprecio, nuestra crítica hacia lo malo... Como dirían los Gigatrón: "...con cariño y con ternura, ¡pero con huevos!"

Hasta la próxima.

viernes, 22 de junio de 2007




(Vídeo) The Kills - The Good Ones

Curioso videoclip: fuerte carga sensual; fijaos en la transición de la estética setentera a la futurista.

viernes, 8 de junio de 2007




Control y dominio. Análisis de “Instinto”, con Anthony Hopkins

Efectivamente: esta película debería haberse titulado “control”, “dominio” o algo parecido a estos conceptos, pues es de lo que trata toda la película. No obstante, el título real tiene su justificación en la medida en que el instinto se considere como alternativa crítica (aunque no plausible) a un determinado tipo de control o dominio considerado perverso. Sin embargo la película va más allá y nos ofrece una completa panorámica del concepto de “control” en sus múltiples acepciones.

En términos cinematográficos, salvo la genial interpretación de Hopkins como típico psicópata (evocando El silencio de los corderos), son bastantes las críticas que tienden a calificar de mala a esta película, considerándola como un pastiche hecho a retazos de otros largometrajes (“Gorilas en la niebla”, “Alguien voló sobre el nido del cuco”...) sin llegar a la altura de estos. Pero bueno, ya sabéis que yo no soy un crítico cinematográfico: no me interesa la forma, sino el fondo, las ideas a las que se apunta... Y me van las películas malas.

Resumo la peli para aquellas y aquellos que no la hayan visto: Powell (Hopkins) es un primatólogo que estudia gorilas en África. Son tan buenos los animalitos que le aceptan en su grupo durante dos años (en los cuales, suponemos, no necesita nada que nos pueda ofrecer la civilización, ni cepillo de dientes, ni antibióticos, ni techo de paja; nada). Pero en esto que llegan los furtivos, que son los propios guardias del parque (para que veamos el nivel de corrupción africana) y matan a varios gorilas; él mata a varios guardias, mas los que quedan le pillan y le enchironan. Ahora bien, como ciudadano americano que es, su país pide la extradición, la conceden y le mandan para “casa”. La casa en cuestión no es otra que el pabellón de los locos en la típica cárcel chunga, y no es que no tuvieran sitio fuera de ese pabellón (aunque la cárcel estaba bastante petada), sino porque el hombre no ha abierto la boca desde que le pillaron. El segundo actor en discordia es el típico negro JASP y simpaticón, Cuba Gooding Jr., que encarna al ingenuo psicoterapeuta que intentará ayudarle y que al final será el ayudado a través de toda una exposición de motivos y una forma de vida. En fin, se trata de una sugerente fábula ecológico-libertaria que, sin embargo, puede hacernos perder de vista el motivo principal: el control, el dominio en sus diferentes facetas.

Estas facetas podríamos agruparlas en tres ejes, tal y como hacen algunos filósofos y antropolólogos: el eje de las relaciones sociales, el eje de las relaciones del hombre con la naturaleza (fuerzas productivas, que dirían los marxistas) y el eje de las relaciones del individuo consigo mismo (su mente, su cuerpo, sus emociones, proyectos...).

1.- El primer ejemplo... Lo que la película nos muestra son, sobre todo, ejemplos, aunque a veces intenta profundizar un poco en alguna de las concepciones sobre el dominio. El primer ejemplo, decía, de dominio lo tenemos en el momento del traslado de Hopkins desde la cárcel africana al cutre-aeropuerto para ser extraditado: le meten junto con dos fieros doberman (¿o debería decirse dobermen?), supuestamente para que se lo zampen o, al menos, para que llegue algo maltrecho. Habiéndole visto la cara al menda, con esa mirada fría y penetrante a lo Aníbal, lo que te esperas es que al abrirse la puerta aparezcan los pobres chuchos despedazados. Pues no; aparecen tan ricamente, tranquilitamente tumbados junto al tío y siendo acariciados por éste. Estamos, pues, ante un tipo de control sobre la naturaleza: el hombre que se enfrenta al instinto animal y lo domina, aunque no sepamos muy bien cómo. Este ejemplo podría no parecernos relevante, podría no dejar de ser una anécdota para que nos hagamos una idea sobre el carácter del protagonista (que no es tan fiero el hombre como nos lo pintan). Sin embargo, es relevante por lo que toca a la contraposición entre las ideas de dominio e instinto, ya que Hopkins no se enfrenta exclusivamente al instinto animal de los perros, sino al suyo propio (el uso de la fuerza frente a una agresión exterior). No obstante, esta perspectiva solo la tendríamos una vez avanzada la película, es decir, cuando podríamos suponer que el protagonista ha retrocedido en su humanidad al convivir con los gorilas durante tanto tiempo. Este tipo de control lo sería sobre el propio individuo, sobre uno mismo, aunque se trata, precisamente, de la parte animal, de la parte más natural del individuo. La idea de control, pues, se nos dibuja ya inicialmente como compleja.

2.- El segundo ejemplo es, si cabe, todavía más complejo. Se trata de la presentación del segundo protagonista, el psiquiatra. Aparece en una sesión de terapia junto a una mujer que sufre delirios. Estaríamos, entonces, por lo que toca a dicha mujer, ante una falta de control sobre su propia mente. Esta falta de control, lejos de presentarse como moralmente negativa, es fruto de una enfermedad. El primer paso terapéutico consistiría en que el paciente se haga cargo de su enfermedad, que reconozca la inadecuación entre lo que piensa y la realidad. Esto lo logra el psiquiatra mediante un ardid, dando muestras de dominio de una materia, la terapia, que no es sino un tipo de control social, un control sobre otras personas, si bien más sutil que alguno de los que veremos más adelante. El psiquiatra logra que la mujer se enfrente a la posibilidad de haber perdido la razón y ella se derrumba. En este punto podríamos o bien poner en duda el dominio de la terapia o bien poner en duda el realismo de la película, pues el siguiente paso terapéutico, aunque solo sea inicial (pues en la realidad llevaría varias sesiones) consistiría en modificar la perspectiva que el otro tiene acerca de la enfermedad mental, de modo que también pueda controlar sus emociones al respecto. No obstante, cabe otra posibilidad, la de que el director y guionistas nos quieran mostrar el carácter ambicioso del psiquiatra, capaz de pasar por encima de las emociones de los pacientes.

3.- Tras esta escena y ligada con el tema de la ambición viene una conversación entre el psiquiatra y su jefe-mentor en la universidad (Donald Sutherland) donde, en un cruce dialéctico, se muestran otros dos tipos de dominio, uno perteneciente al eje de las relaciones con uno mismo (el control sobre la propia vida) y otro al de las relaciones sociales (el control de las situaciones en las que participan terceros), pero íntimamente ligados, pues sólo cuando alguien está perfectamente convencido de sus ideas, de lo que quiere, cuando está convencido de sí mismo y posee una buena autoestima, puede llegar a convencer a otros, a dominarlos dialécticamente; si bien en la película al ser Sutherland el jefe, la victoria del psiquiatra queda enmarcada, y empañada, por la estructura meritocrática de la universidad. Es el jefe el que, en última instancia, tiene el control. La discusión entre ambos se debe, precisamente a si podía o no hacerse cargo del caso de Hopkins.

4.- Por lo que toca a los diversos tipos de control social, dominio sobre otros, que han aparecido y que seguirán apareciendo, la película nos permite comparar tres subtipos básicos: el dominio dialéctico, el dominio institucional y el dominio por la fuerza, cercano o paralelo al instinto. En la cárcel donde se encuentra Hopkins el alcaide es el que ejerce el control institucional: ocupa un lugar de mando dentro de una estructura y sus subalternos han de obedecerle; estos, sin embargo, han de ejercer un control más directo sobre los reclusos, razón por la cual se ven obligados a hacer uso de la fuerza. El problema está cuando ese ejercicio causa placer y no solo se usa, sino que se abusa: el caso del típico carcelero chungo (que, por supuesto, no podía faltar en esta película). La contraposición fundamental que se establece entre los tipos de dominio institucional y por la fuerza, de un lado, y el dominio dialéctico, por otro, es la de que aquellos vencen mientras que éste convence. Como vemos, son todos lugares comunes, pero el valor del largometraje consiste, precisamente, en su capacidad de ligarlos todos en una especie de ensayo filosófico (recordemos que el ejercicio de la filosofía consiste en distinguir cosas, conceptos, ideas, o aspectos de las mismas, para después compararlas con otras o nuevamente entre sí, para valorar lo positivo y lo negativo en ellas, etc.). De todos modos los autores de la película tampoco dejan de valorar cierto aspecto del uso de la fuerza (es el pragmatismo norteamericano): cuando sirve para controlar a alguien que hace uso de la misma. En la prisión los guardianes han ideado un juego para los reclusos con el que ellos (los guardianes) se divierten: echan a suertes quién saldrá al patio; la suerte es el As de diamantes; lo que ocurre es que hay un loco muy bestia que recorre el pabellón psiquiátrico buscando el As, de modo que siempre consigue salir él al patio; consigue controlar cierto aspecto de su (precaria) vida, regido por la suerte, a través de la violencia... Hasta que se topa con la horma de su zapato, que no es otro sino Hopkins, el cual ha aprendido a luchar como un simio de tanto vivir entre gorilas.

5.- Hasta cierto punto Hopkins también ha perdido el control de sí mismo, ha perdido su humanidad al convivir con los simios durante mucho tiempo: no habla y se comporta como ellos; se ha desecho de las capas de cultura y ha dejado aflorar su instinto. En general todo el pabellón psiquiátrico es una muestra de diversos tipos de pérdida del dominio sobre uno mismo, sobre su propia mente y sobre su propio cuerpo que, por lo demás, suelen ser indisociables (no hay mente sin cuerpo ni viceversa, y los problemas de uno tienen su reflejo en lo otro): unos se mean, otros se dan de cabezazos contra la pared, otros sufren alucinaciones, etc.; y el roba-ases no resulta ser sino un niño grande, un abusón, que llora como todos los niños cuando les pegan una paliza.

6.- Ahora bien, el juego del As no es una mera diversión para los guardianes, se trata también de un tipo de control social bastante sutil, pues la ira de los internos se focaliza en el abusón que les quita el As en vez de focalizarse en los guardias, es una desviación de la atención. Sería difícil incluir este caso entre los subtipos básicos de dominio social, aunque quedaría bastante cerca del control institucional, ya que, hasta cierto punto, el papel que desempeña el abusón respecto de los guardianes es el que desempeñan estos respecto del alcaide.

7.- El psiquiatra, seguro de sí mismo, con gran dominio de la práctica clínica psiquiátrica, como ya he dicho, atacándole por el flanco emocional, logra que Hopkins hable. Su meta es descubrir de dónde procede la violencia del interno, para lo cual ha de generar confianza, ha de escuchar lo que Hopkins quiera decirle, al menos al principio. Éste comienza a contarle toda su historia. A medida que le van reduciendo los medicamentos (drogas) Hopkins se vuelve más lúcido y comienza una lucha dialéctica con el psiquiatra, que quiere llevarle por unos derroteros, mientras que aquél quiere ir por otros. Es bastante significativa la conversación que el psiquiatra mantiene con su mentor (Sutherland): —“He logrado que hable, me está llevando a la selva”. —“¿Él te lleva a ti?”— le contesta Sutherland. Y de hecho el resto de la película consiste en una pérdida del control por parte del psiquiatra, ya que Hopkins es física, moral e intelectualmente más fuerte. Solo en un punto puede resultar, si no débil, al menos enfermizo: el control de las emociones, mas no por defecto, sino por exceso; es incapaz de mostrar afecto por su familia, por su hija, es incapaz de verter una lágrima... Y esto quizá no sea un problema del personaje, sino del actor, pues en la película tampoco quedaría mal cierto derrumbe momentáneo de Hopkins, cierta pérdida de control, para hacerlo más humano, pues al fin y al cabo la moraleja de la historia no es otra que la de hacernos conscientes de las dominaciones que ejercemos y, si fuera posible, relajarlas un poco e, incluso, renunciar a ellas. —“Estás perdiendo el control”— le dice Sutherland en otra de las ocasiones. —“¿Eso no estaría bien?”— le contesta el psiquiatra.

8.- Paralela a esta renuncia sobre el control social está la renuncia al dominio sobre la naturaleza, la crítica al carácter depredador del ser humano en su fase civilizatoria. Al parecer su tiempo de convivencia con los gorilas le enseñó que estos no dominan unos a otros (desde luego no pienso entrar en un debate sobre si esto es así o no) y no destruyen su medio entorno, viven en armonía con el resto de la selva. El psiquiatra le pregunta si la solución está en volver a las cavernas, pero Hopkins, nada ingenuo, le contesta que “solo debemos renunciar a la dominación. ¿Tan valioso resulta en control?”. Esta es una propuesta y una pregunta que no se contestan, se lanzan para que la recoja el espectador y reflexione sobre ellas: ¿Qué supone renunciar a la dominación en la época del desarrollo industrial? Desde luego mucho más que el hecho de dejar ciertas reservas naturales para que vivan los animalitos en libertad. La presentación de los tipos de control social a lo largo de la película debe llevarnos a conjugar la renuncia al dominio sobre ciertas partes de la naturaleza con la renuncia al dominio sobre otras poblaciones, sobre otros sectores de la población. Pero hay más: entre los distintos tipos de control sobre uno mismo está el control (positivo) de la ambición (la comparación entre el psiquiatra y su mentor). Si no controlamos nuestra propia ambición no podremos renunciar al dominio sobre otros ni al dominio sobre la naturaleza.

9.- Es por esto que la película también consiste en una llamada hacia la libertad. Constantemente se contraponen planos de la celda con planos de la selva. También hay ciertas reflexiones, o más bien apuntes de reflexión, acerca de la misma; al fin y al cabo si estamos presos de una estructura, ya sea social o mental, si estamos bajo control, la libertad se dibuja siempre al otro lado, aunque muchas veces no la veamos, aunque casi nunca la podamos alcanzar. La libertad, en definitiva, no es sino otro nombre del control de sí mismo (un control sano) y de la ausencia de control ajeno sobre nosotros (la clásica distinción entre libertad positiva y libertad negativa).

10.- Quizá, entonces, a través del énfasis que se hace en el deseo de libertad, en el deseo de caminar de nuevo por las selvas africanas y, por supuesto, a través del énfasis en la violencia como defensa, tenga su justificación el uso del concepto de “Instinto” para el título de la película. Una película mala pero bastante sugerente y políticamente comprometida. Ante esto sólo nos queda citar unos versos del Vishnu Purana, según H.D. Thoreau en Caminar:

“Es servicio activo el que no se convierte en servidumbre
es sabiduría la que sirve a nuestra liberación
todos los demás servicios solo sirven para agotarnos
todas las demás sabidurías solo son habilidades de artista.”





Zanjas profundas en tu mente
Zanjas profundas en tu mundo
Zanjas que nos separan
Zanjas que nos escinden
Zanjas en las que caemos
a veces sin poder salir
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