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miércoles, 30 de enero de 2008




"El sacerdote y su amor", de Yukio MISHIMA

No podéis dejar de leer esto, es lo más maravilloso que he leído en los últimos tiempos. Los primeros párrafos pueden resultar tediosos, pero son indispensables para comprender el resto. Leedlo, hacedme caso.

Tendré que leer a Kawabata, que le dieron el nobel en lugar de dárselo a Mishima.


miércoles, 23 de enero de 2008




Marcial Maciel, degollado

La Legión de Cristo es una congregación religiosa de derecho pontificio, fundada por el mexicano Marcial Maciel Degollado el 3 de enero de 1941, tres años antes de su ordenación sacerdotal. Tiene como misión, según su doctrina, la extensión del "Reino de Cristo" según las exigencias de la justicia y caridad cristiana, y en estrecha colaboración con los "Pastores" y los programas pastorales de cada diócesis. (Wikipedia, "Legión de Cristo").

¿Cuándo fue, en verdad, degollado Marcial Maciel?

Nunca. De hecho parece que todavía vive. La cosa es que el sujeto en cuestión se apellida Degollado. Y si no, leed atentamente el texto otra vez.

Otra cosa es que se lo merezca o no. Atentos:

"Independientemente de lo sucedido en 1956, la congregación no ha estado exenta de escándalos. En 1997, ocho ex legionarios acusaron al Padre Maciel de pedofilia [3]. En septiembre de 2003, la Legión adquirió el Colegio Virgen del Bosque en Villaviciosa de Odón Madrid, sustituyendo su carácter de escuela laica por el de escuela católica, asignándole un sacerdote como asesor espiritual y separando a los alumnos por sexo desde primaria hasta el bachillerato. La repercusión de dicho cambio fue mayor al realizarse el mismo en mitad de un año académico, lo que provocó quejas por parte de padres de alumnos que, siendo contrarios tuvieron dificultades para encontrar una plaza en otros colegios.

A fines del año 2004, después de felicitar a Maciel por sus 60 años de sacerdocio, Juan Pablo II autorizó al entonces Cardenal Joseph Ratzinger para que reabriera el caso[1] contra el mexicano acusado de supuesta pedofilia.

Martha Wegan es la abogada autorizada por la Santa Sede para representar el caso de los ocho ex legionarios contra el fundador de la Legión de Cristo. Ella informó a sus representados el 2 de diciembre de 2004. "Me parece que ahora el caso está siendo retomado", le escribió Wegan a los que acusan a Maciel Degollado de pedofilia. Wegan es una reconocida abogada austríaca autorizada para ejercer en las cortes eclesiales.

Joseph Ratzinger fue durante el pontificado de Juan Pablo II el Prefecto para la Santa Doctrina de la Fe, es decir que actuó de defensor de la ortodoxia durante el reinado de Karol Wojtyla. Además al finalizar su papado fue el decano del colegio cardenalicio.

La Legión de Cristo ha seguido en apariencia una política de neutralidad ante las duras acusaciones, y se defiende invitando a la gente a conocer sus obras. Sin embargo, empresarios y políticos afines a la Legión de Cristo han tratado a veces de atacar a los acusadores o a sus fuentes de financiación, como el caso de la casi quiebra del Canal 40[2] en México cuando emitió un reportaje sobre las acusaciones de abusos sexuales del Padre Maciel. Estos defensores de la obra del padre Maciel lo hacen, por creer ellos unilateralmente de que las acusaciones son calumnias.

El influyente diario de negocios, The Wall Street Journal[3] , publicó el pasado 24 de Enero una nota enviada desde el corresponsal en México, que explica cómo la Legión ha seleccionado a la clase alta mexicana para ganar influencia en ese país. Entre sus aliados nombra al hombre más rico de América Latina, y el tercero más rico del mundo en 2005 según Forbes, Carlos Slim Helu, propietario de Grupo Carso (Telmex, Telcel, Sanborns, El Globo...). Además se puede enumerar el gran apoyo que los legionarios reciben en la elite empresarial de Monterrey, como el de Dionisio Garza Medina, presidente de Grupo Alfa. El diario comenta que el presupuesto anual de la Legión de Cristo es de 650 millones de dólares, de los cuales 50 son para obras de caridad y día a día crece esta labor en las zonas más marginadas de los países en donde están presentes.

Aparte de lo anterior, varios obispos[4] de Estados Unidos han ordenado a la Legión que deje de operar en sus diócesis, por hacerlo sin informar de sus labores. Pero el último caso ha sido el más llamativo para muchos, ya que la diócesis de Richmond, Virgina, prohibió a la Legión y el Regnum Christi trabajar en ésta, ya que no aceptaron obedecer la política de protección a menores de edad.

La Santa Sede confirmó el viernes 19 de mayo del 2006 que había invitado al anciano fundador mexicano de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, que fue acusado de abusos sexuales, a que se retire a una vida de "oración y penitencia".

En un comunicado, la Santa Sede no especificó si había concluido definitivamente que las denuncias eran auténticas, pero debido a la avanzada edad de Maciel, de 86 años, y a su deteriorada salud se había decidido no iniciar un proceso canónico a gran escala en la Iglesia. Las acusaciones incluyen el delito de absolutio complicis («Fuera de peligro de muerte, es inválida la absolución del cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo», canon 977), lo que según el derecho canónico, de ser cierto, implica la excomunión latae sententiae, que no necesita promulgarse, sino que es automática.

La orden constituye la primera decisión importante referida a denuncias por abusos sexuales decidida por el Papa Benedicto XVI desde su nombramiento en abril de 2005, lo que habla de una rectitud en los procesos de la Iglesia.

El comunicado del Vaticano agregó que la decisión se emitió con la aprobación del Papa Benedicto XVI, "después de estudiar cuidadosamente los resultados de una investigación" del departamento doctrinal de la Santa Sede.

Señaló que Maciel había sido "invitado" a retirarse a "una vida reservada de oración y penitencia y a no cumplir con su ministerio público".

El informe fue emitido después de que el National Catholic Reporter, un semanario católico independiente con sede en Estados Unidos, informara el jueves 18 de mayo de 2006 que el Vaticano estaba a punto de hacer pública su postura. No estaba claro cuándo se había tomado la decisión.

El Vaticano no dio detalles de las limitaciones en su comunicado, pero el semanario dijo la orden afectaba a la actividad pública de Maciel, incluida su capacidad para celebrar misas públicas o dar conferencias, presentaciones públicas o entrevistas. La oficina de prensa de la Santa Sede confirmó el día siguiente la noticia.

Jason Berry, uno de los dos periodista del National Catholic Reporter[5] que hicieron publico el caso Maciel en los 1990s, publica el dos de junio de 2006 como los miembros de la Legión de Cristo aún tratan resistir el castigo de la Santa Sede contra Marcial Maciel.

La postura de la órden religiosa se conoció en un comunicado en donde aceptan la invitación de la Santa Sede y reafirman su compromiso de fidelidad al Papa y servico a la Iglesia."

(Wikipedia, "Marcial Maciel")




martes, 15 de enero de 2008




Música, sólo música...

...para el recuerdo de talluditos o viejunos...

...para el aprendizaje de jóvenes imberbes o jovencitas pre-mEnárquicas:





miércoles, 9 de enero de 2008




Amor, guerra y labores domésticas

No, no voy a tratar aquí de cómo una perfecta relación de pareja puede irse a la mierda por cuestiones tan nimias como quién baja la basura, hace la cena, o le limpia el culo al gato. De eso hay gente entre vosotr@s, lectores-as, que sabe mucho más que yo.

Quiero ir más allá, al fondo de la cuestión... O a los orígenes, más bien, de todo este asunto, el asunto de la tradicional distinción entre labores masculinas y labores femeninas.

La idea de este articulillo me ha venido tras pasarme varias mañanas o tardes cosiendo un par de pantalones a los cuales les había salido un conducto de aireación genito-femoral. Vale que soy un cutre y no tengo una Singer para realizar la tarea como mandan los cánones de la alta o media costura, useasé que lo mío es a golpe de dedal y aguja... Más mérito si cabe, ¿no? (el caso es que la madre de la novia de mi hermano sabe coser a máquina, su hija no, de modo que podría darme unas clasecillas cuando venga a Madrid). Pues bien, al igual que lo de fregar los platos a mano, coser es una tarea que no sólo no me disgusta, sino que me encanta... El problema es que siempre hay algo más importante o más urgente que hacer (como escribir esto mientras veo el pantalón con la aguja colgando; lleva al menos 5 días así, encima de la mesa, y ya me he pinchado dos veces), salvo que se te caiga el botón de la camisa o pantalón que te ibas a poner; entonces saco rápidamente los aparejos de costura y en un tris-trás coloco el botón en su sitio.

Soy consciente de que en este aspecto soy uno de los pocos hombres... No, de las pocas personas de mi generación (europeo treintañero) que sabe coser, o más bien que no tiene miedo al hilo y aguja, ya que los resultados podrían dejar que desear a ojos perfeccionistas. Y es que ya se ha perdido en nuestra sociedad el noble arte del remiendo y baja costura, no solo como labor doméstica, que es de lo que estoy tratando, sino como negocio: son testimoniales las casas en las que se realizan arreglos de prendas, así como arreglos de zapatos. Por supuesto, esto es una consecuencia del consumismo desaforado que llevamos viviendo desde que entramos en la sociedad o estado del bienestar: si tiramos las prendas pasadas de moda, es decir, las de la temporada anterior, ¿cómo no vamos a tirar ese pantalón o camisa a la que se le ha caído un botón o se ha descosido? Porque, claro, no es lo mismo un roto que un descosido: mientras que el descosido es síntoma de baja calidad de la prenda, el roto puede ser signo de distinción si está hecho adrede, es decir, si uno mismo o una misma jode la prenda para dejar ver algo de carnucia.

Los que me conocéis ya sabéis que llevo muchos años en esto del anticonsumismo; siempre os quejáis de que me conocéis con la misma ropa de hace quince años y en mis cumples me surtís de nuevos modelitos, gracias a lo cual ahora voy casi a la moda (camisetas estrechas de manga larga, jerséis de cuello alto, etc, etc). De aquí podría deducirse que mi afición a la costura viene de la necesidad que tengo de conservar las prendas para mantener una posición ideológica, un modo de vida. Pues no es así, pero lo cierto es que ambas cuestiones confluyen y se realimentan. Mi afición por la costura es anterior al anticonsumo, probablemente me venga desde los once o doce años, mientras que mis posiciones políticas nacieron a los 17 ó 18 (tras varios años de escuchar heavy metal y descubrir, entonces, a La Polla Records).

Pero la cuestión inicial era: ¿por qué existe una diferenciación sexual de los trabajos, entre ellos los trabajos domésticos? Los antropólogos tienen teorías para todos los gustos, teorías que se encargan de desmontar las antropólogas feministas, obcecadas como están en que todo es producto del patriarcado, una especie de conjura masculina contra el género femenino. Levi-Strauss y sus seguidores, aparte de considerar a las mujeres como moneda de cambio entre clanes, considera que la distribución sexual de tareas se debe a la necesidad de instaurar algún tipo de norma para mantener unida a la familia nuclear y perpetuar, de ese modo, el clan, la tribu, etc.: si realizar alguna de las tareas básicas para la subsistencia es tabú para un género, dicho género habrá de unirse con el otro y realizar, cada uno, sus tareas; unos se dedicarán a la caza, la política y la guerra, otras a la agricultura, las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Aunque bien es cierto que esto se da ya en el neolítico, mientras que en el paleolítico la cosa podría ser diferente: no hay agricultura, está demostrado que las mujeres participaban en la caza mayor (por lo menos como batidoras), el concepto de familia es más débil...

El caso es que prácticamente en todas las sociedades, a partir del neolítico se establece esa distinción: las mujeres en casa y los hombres en el negocio y en la guerra. Hay, no obstante, un tipo de labores domésticas que tradicionalmente han sido asumidas por los varones: el bricolaje. ¿Razón? Ni idea. No puede argumentarse que sea por cuestiones de fuerza, como mucha gente sostiene la otra diferenciación: es decir, que los hombres se dedicaban a la caza o a la guerra porque en dichas actividades se requiere más fuerza (como si no se requiriese para labores agrícolas, para llevar el cántaro a la fuente y volver con él lleno de agua, etc, etc). Y es que para levantar un martillo o cambiar una bombilla... Claro que en lo de la bombilla puede intervenir el miedo: el macho es valiente y puede enfrentarse a los 125 o 220 voltios, mientras que quizá suponen que las mujeres no. A mí particularmente me da pavor todo lo que tenga que ver con voltios, ohmios y amperios desprovistos de una gruesa capa de material aislante, pero tampoco creo que dicho miedo tenga que ver con la eficacia de mis incursiones en materia de electricidad (una de las últimas veces logré estropear una bombilla y saltar 3 veces el diferencial al intentar cambiar el casquillo del flexo de mi mesa de trabajo). Vale que lo de segar el césped y mantener uniformes los setos de arizónicas en los típicos chaletes de las urbanizaciones tenga que ver con la puesta en escena del varón: es algo que se hace los fines de semana y uno ha de dejarse ver por los vecinos como un hombre hacendoso (pero, bueno, esto es más bien una cosa norteamericana); es igual que en las barbacoas: si la mujer es la encargada de hacer la comida en casa todos los días, ¿por qué el hombre usurpa su lugar en la barbacoa? Porque se trata de un acto social (en el que vienen amigos, familia...) cuyo centro es la comida, una comida elaborada de un modo más bien primitivo, y cuyo sacerdote es, entonces, el varón; el varón ocupa el centro de atención.

Sin embargo, dentro de la casa no hay puesta en escena. Quizá lo del “miedo al martillo” tenga que ver con la posibilidad de estroparse las uñas, machacarse un dedo, hacerse un corte. Pero tampoco en la cocina se está exento de tales percances. La verdad es que la cuestión es demasiado compleja como para intentar solucionarla aquí. Afortunadamente son cosas que van cambiando, aunque poco a poco, de modo que las tareas, tanto domésticas, como laborales, como (lamentablemente) bélicas, van siendo asumidas indistintamente por hombres y mujeres.

A este respecto es muy interesante la película “La chica del puente”, de Patrice Leconte, ya que se trata del encuentro entre dos personas que simbolizan el “eterno femenino” y el “eterno masculino”, el amor y la guerra, de modo que están condenados a no entenderse. Sólo pueden llegar a hacerlo (entenderse) cuando el hombre relaja su “instinto guerrero” y acepta el amor y, de igual modo, la mujer acepta penetrar en los terrenos de la guerra, asumiendo que el amor pueda venir de cualquiera, no de un modelo prefijado.

Probablemente muchas de las tareas domésticas asignadas a la mujer tengan que ver, precisamente, con el amor y el cariño, los cuidados, que ha de prodigar una madre a sus hijos (y, ¿por qué un padre no? ¿verdad?): hacerles la comidita, tejerles la ropita, etc, etc.

Sin embargo, a mí lo de tejer me tiene intrigado, ya que, en realidad se trata de una tarea antropológicamente transversal a ambos géneros: la mujer parece evidente que hubiera de coser... Bueno, en realidad la cosa no es tan evidente, porque puede parecer muy fácil coser una prenda de algodón relativamente fina; no es tan fácil hacerlo con una prenda sintética cuya urdimbre sea muy tupida; pero seguro que era una tortura coser pieles, y la fuerza que se habría de tener no la tienen muchos hombres de ahora, acostumbrados, como están, a manejar los teclados de los ordenadores (aunque tampoco hay que menospreciar el trabajo masturbatorio al frente de los mismos). Pero también en la guerra y en la caza el hombre debía poseer las habilidades necesarias para hacerse un remiendo o coserse un descosido... Claro que... Para que un hombre hubiera de llegar a tal extremo el roto o descosido debería producirse en alguna parte esencial del equipo, básicamente en la mochila o en alguna cincha, ya que si se produce en la ropa o uniforme, le da todavía más caché e importancia a su labor: “mujer, cóseme esto, que me he enganchado en unos zarzales acechando al jabalí” o “mamá, cóseme esto, que se me ha roto al arrastrarme por la pista americana y si me ven así el lunes, me arrestarán”; esto último lo podrían hacer los militronchos que estaban al lado de su casa; pero nosotros, los valientes legionarios destacados en Ceuta... Teníamos toda una floreciente industria de pequeñas empresas dedicadas a las labores textiles para el soldado: “lavandería y remiendos”, “uniformes de ocasión”... A pesar de todo la gente cosía. ¿Y te daban clases de costura? Ni hablar, como si hubieras de ir enseñado (que sería lo lógico, que te enseñara tu madre... o tu padre); te enseñaban los compañeros. A mi no, que ya sabía.

Pero tampoco a mí me enseñó mi madre, ni mi abuela, las dos personas de las que aprendí a coser. Aprendí de ellas de un modo vicario, fijándome. Ahora bien, lo importante del asunto, lo importante de todo esto, es el origen de mi afición. Si me habéis seguido hasta aquí os habréis dado cuenta que he situado dos posibles orígenes en la necesidad de coser, uno para cada género: los cuidados maternos y conyugales para las mujeres y los remiendos militares para los hombres. Sin embargo, yo era un pequeñajo imberbe... cuando... Joder, imberbe seguro, pero con bigote... Recuerdo que sería más o menos a los doce años cuando me empezó a salir bigote, qué tortura: “Ay, mi niño, que ya se está haciendo mayor”, me decían mis tías, “fíjate, si hasta le ha cambiado la voz”, decían los amigos de mis padres. Y yo no quería hacerme mayor, quería seguir viendo los dibujos animados y seguir masturbándome dentro del armario (armario literal, mueble de madera o contrachapado cutre)... En fin, la verdad es que poco ha cambiado desde entonces, matices, salvo que ahora me afeito. Como decía, entonces, yo era un gafotas pequeñajo, imberbe y bigotudo cuando aprendí a coser, mucho antes, pues, de pasar un año en las filas del Glorioso Ejército Español (jua, jua). ¿Cómo diablos aprendí a coser? ¿Dónde están los orígenes de mi habilidad costurera? ¿En la guerra a la que no había ido? ¿En el amor por unos hijos que no tenía, desperdiciados entre las cajas de herramientas de mi abuelo y las de zapatos de mi abuela?

Claro, así formuladas, tales preguntas pueden llevarnos a un camino sin salida, una paradoja o una aporía (que nunca me ha quedado clara la diferencia); pero si relajamos el significado de los términos, si penetramos en el dominio de lo simbólico daremos con la solución: LA GUERRA.

No es que yo fuera de pequeño un demonio con gafas y bigote, pero sí me gustaban los comics, los cuales, a finales de los 70 y principios de los 80 trataban fundamentalmente de superhéroes, no como ahora que tratan de la revolución iraní (“Persépolis”) o la guerra de Bosnia (“Gorazde. Zona Protegida”, otra ZP)... Aunque, a la postre todo trata sobre la guerra, que es a lo que íbamos. Bueno, al caso: los que más me gustaban eran los tebeos de bárbaros, como Conan, piratas y ninjas, es decir, aquellos en los que no se disparaba mucho, sino que se empleaba el cuerpo a cuerpo (por entonces ya llevaría un par de años haciendo Aikido en gimnasio de los Salesianos). Pues bien, estos gustos de preadolescente hicieron que empezara a acumular objetos cortantes, punzantes y/o contundentes: shuriken (estrellas ninja), nunchakus (vulgarmente “luchacos”), manriki-gusari (cadena vulgaris con pesos en los extremos)... Y, aquí viene el quid del asunto, necesitaba algún tipo de funda para todos o cada uno de esos objetos. Evidentemente el primer impulso fue pedirle a mi madre o abuela que me hicieran unas fundas de tales y cuales dimensiones, pero yo, que casi siempre he pensado en la consecuencia de mis actos (salvo cuando hay que actuar rápidamente, que entonces la cago, lo cual no significa que cuando piense no la cague, va a ser todo un problema de diarrea mental), me abstuve de semejante petición inculpatoria, pues revelaría la posesión de armas blancas adquiridas alegalmente y, sobre todo, sin consentimiento paterno... Por cierto, el otro día me regalaron por reyes un juego de katanas; fue toda una sorpresa; se las llevé a Mirguav para que me hiciera unas fotos con ellas pero llegué tarde y lo dejamos para otro día, pero... Mirguav, tírate el rollo y haz unas fotillos a las espadas para que las vea el personal.

Así que fui yo mismo el que se fabricó las fundas para las armas; tres: una larga y estrecha para los nunchakus, otra pequeña y cuadrada para las estrellas y otra tipo bolsa marsupial para la cadena. Como la cadena la usaba para candar la bici (los pesos eran los candados), me desapareció con ésta y la bolsa marsupial acabó como funda de un ajedrez portátil. Los nunchakus se rompieron intentando destrozar un litro de cerveza en el aire: ya sabéis, tiráis el litro al aire y cuando cae le golpeáis con algo, un palo, un bate o unos nunchakus; el problema es que antes has tenido que vaciar el litro... En tu estómago, por supuesto. Las estrellas las tengo todavía; están decorando los laterales de un espejo de baño colocado en un dormitorio con decoración surrealista (tengo un cuadro de una gitana recogido de la basura, saludos a mi amigo freegano, colocado en una esquina superior, entre las dos paredes y el techo, así, inclinado hacia abajo, como si fuera a caerse encima del que duerme)... Antes era peor, tenía una ikurriña y un poster de los WASP (que nunca supe si significaba “We Are Sexual Perverts” o “White Anglo-Saxon Protestant”)... AAAAAhhhhhhh / blaaaaaaaaaaind / in Texaaaaaaaas... (abajo tenéis unos vídeos).

Esos fueron mis primeros trabajos de costura. Si bien mi obra magna llegó en mi época más macarra y anticonsumista, después de volver de la mili. Tenía un par de vaqueros sumamente maltrechos y me puse a zurzirlos con trozos de los pantalones militares que había robado al ejército (¿no me robaron ellos a mí un año?). Fue una obra maestra: uno de los pantalones fue casi completamente forrado por dentro con otro pantalón, lo cual, todo hay que decirlo los dejaba un poco estrechos; le saqué un bolsillo militar con su velcro, le puse otro bolsillo por fuera; y todo eso cosido a mano. Los trabajos posteriores tampoco son de reseñar, poca cosa... Quizá debiera estudiar corte y confección, convertirme en un modisto, aunque con mis gustos horteras medio heavy, medio Loco Mía...





martes, 8 de enero de 2008




Mirguav Rossanov's Art Studio

Os presentamos las últimas creaciones del Estudio de Diseño Gráfico del genial, polifacético y poco conocido artista ucraniano Mirguav Rossanov, el cual nos cede en usufructo muchas de sus obras gracias a la amistad que nos une y a los convenios internacionales para la difusión y transversalidad de la cultura posteriores a la caída de la Gloriosa Unión Soviética:

Sara RocanrolTransición insidiosa IOración en verde y negroGotitas de lecheTransición insidiosa IICamisetaPetaZeta en verde y negroPeligro: Zanjas Profundas
Si nada cambiara


Para más información la Zanja os remite a sus webos de diseño gráfico:
http://www.fotolog.com/mirguav/
http://www.fotolog.com/rossanov/

La Zanja también os recomienda leer a los siguientes webones:
http://www.stalinvive.com/

jueves, 3 de enero de 2008




Maroto está en la Zanja

Zanjas Profundas presenta las dos superproducciones de la factoría Maroto Record's:

El rapto de Gumersinda


Chancleto, Jedi a la fuerza





Zanjas profundas en tu mente
Zanjas profundas en tu mundo
Zanjas que nos separan
Zanjas que nos escinden
Zanjas en las que caemos
a veces sin poder salir
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