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viernes, 24 de diciembre de 2010




Batallas y guerrillas navideñas

Lo primero es, para ir ambientándonos, escuchar el villancico de Parchís que he puesto en la playlist; escuchadlo hasta el final, no tiene desperdicio; ¿estudiaron estos chicos en una ikastola?





[...]





¿Ya? Bien.





Hace tiempo que me viene rondando una idea por la cabeza. Surgió por primera vez, creo, viendo "El patriota", protagonizada por Mel Gibson. Me impresionó la escena en la que una bala de cañón se lleva por delante una cabeza... O una pierna, el miembro es lo de menos. Hombres avanzando o resistiendo en formación, en una explanada, enfrentandose a otra formación de hombres, disparando, cayendo como... ¿Cómo moscas? ¿Acaso habéis visto alguna vez caer las moscas de esa manera? Pues no es difícil cazarlas, ni ná. Una cosa verdaderamente absurda que hizo plantearme la verosimilitud de la reproducción de esos combates.


Ya es absurda de por sí la situación de una carga de infantería en campo abierto contra el enemigo cuando aún no existían armas de fuego y había que luchar con lanzas y espadas. Al menos en aquellas épocas existían escudos que protegían a los soldados de las flechas y otras armas enemigas, lo cual hace preguntarme por qué no se llevaban escudos cuando se inventaron las armas de fuego (escudos más pesados, por supuesto). Lo de la carga de infantería me parece absurdo porque los que primero llegan son los primeros en caer, de modo que nadie querría estar en primera línea. Y que nadie me venga ahora con que eran otros tiempos y había otros valores, entre ellos la valentía, o... Bueno, lo de las creencias en un más allá disfrutando de vírgenes si se ha muerto en el campo de batalla tiene un pase.


En realidad el problema de todo esto es que los soldados son meros peones al servicio de una supuesta táctica o estrategia (no entro en la distinción), por cierto, más burda que la del ajedrez, puesto que al fin y al cabo se resuelve con la fuerza bruta. Y para sostener unos ejércitos de ese tipo y unas batallas de ese cariz el sistema político debía ser muy opresor, castigando cruelmente a los desertores... Sí, todo sistema es cruel con los desertores.


Sin embargo, a mí lo que más me llama la atención es la cuestión de la estrategia. Y no creo que sea el primero que sostenga que la estrategia militar cambia cuando se generaliza un nuevo tipo de arma. Espadas, lanzas y arcos probablemente hayan existido desde el neolítico. Así que supongo que poco cambiaría la estrategia hasta la introducción de la caballería, posteriormente cambiaría con el uso de la ballesta, después con las armas de fuego, más tarde con la artillería, los vehículos, etc.


El punto clave, no obstante, pienso que es aquel en el que, visto desde la táctica, resulta absurdo exponer nuestras fuerzas al fuego enemigo (fuego de armas de fuego) al poco de generalizarse pistolas, mosquetones, cañones... Y es por lo que sostengo que, si la inteligencia militar existe (y no se hacen las cosas simplemente "por cojones"), nunca existieron esas batallas que nos cuentan, las batallas a campo abierto.


Existió, seguramente, algo más parecido a las guerrillas: emboscadas, asedios, largos períodos de atrincheramiento, etc. Es decir, batallas en lugares donde el terreno ofrece elementos de parapeto: bosques, pedregales, zonas urbanas...


En fin, que estamos en Navidad:


HAZ EL AMOR, NO LA GUERRA !!!

domingo, 19 de diciembre de 2010




La sangre del hombro de Palas

(Extracto del número de otoño de 1983 de la Revista de la Sociedad Ornitológica Americana)


¿Es posible, me pregunto, estudiar un pájaro tan de cerca, observar y catalogar sus peculiaridades con un detallismo tal, que se vuelva invisible? ¿Es posible que, mientras se mide con tedio la envergadura de sus alas o la longitud de su tarso, perdamos de vista su poesía? ¿Que en nuestras descripciones pedestres de un plumaje marmóreo o vermiculado dejemos de lado su semejanza a lienzos vivos, las cascadas de delicados tonos marrones y dorados que avergonzarían al propio Kandinsky, las neblinosas explosiones de color que rivalizarían con Monet? Creo que sí. Creo que, al examinar a nuestros animales desde el punto de vista de estadistas y diseccionadores, nos distanciamos cada vez más del maravilloso y mágico mundo de la imaginación, cuya gravedad nos atrajo hasta este campo en un primer momento.


Eso no quiere decir que debamos dejar de establecer hechos y verificar datos; sólo sugiero que a menos que esos hechos se complementen con el fogonazo de una imagen poética, se convertirán en gemas sin tallar; piedras semipreciosas que casi no valdrá la pena coleccionar.


Cuando miramos al ópalo negro y catatónico del ojo del periquito, debemos aprender a vislumbrar la fría locura alienígena que Max Ernst percibió cuando decidió vestir a sus novias desnudas con plumas escarlata y las monstruosas cabezas transplantadas de pájaros exóticos. Cuando capturamos algún milano o alguna golondrina de mar, bajo la mirada aguda y azul de nuestras lentes Zeiss, debemos conseguir ver el vuelo detenido de las gaviotas color sepia que aparecen en las primeras fotografías cinéticas de Muybridge, batiendo sus alas blancas que trazan una lenta línea osciloscópica a través del tiempo y del espacio.


Al mirar a un halcón, vemos las minúsculas diferencias en la anchura del cañón de sus plumas, donde antaño los egipcios veían a Horus y al ojo ardiente de la venganza sagrada encarnado. Hasta que transformemos nuestras meras imágenes en visiones genuinas; hasta que nuestro oído haya madurado lo bastante para escuchar una sinfonía entre el pandemonium de un aviario; hasta entonces, puede que tengamos un hobby, pero no tendremos una pasión.


[...]


(Watchmen)

martes, 14 de diciembre de 2010




En la zanja más profunda...



...Bueno, la más profunda quizá sea la del olvido, en la que es difícil que caiga un genio.

martes, 7 de diciembre de 2010




Conocimiento "inútil" (Bertrand Russell, 1932)

Las diversiones de los habitantes de las ciudades modernas tienden a ser cada vez más pasivas y colectivas, y a reducirse a la contemplación inactiva de las habilidosas actividades de otros. Sin duda, tales diversiones son mejores que ninguna, pero no son tan buenas como podrían serlo las de una población que tuviese, debido a la educación, un más amplio campo de intereses intelectuales conectados con el trabajo. Una mejor organización económica, que permitiera a la humanidad beneficiarse de la productividad de las máquinas, conduciría a un muy grande aumento del tiempo libre, pero el mucho tiempo libre tiende a ser tedioso excepto para aquellos que tienen considerables intereses y actividades inteligentes. Para que una población ociosa sea feliz, tiene que ser población educada, y educada con miras al placer intelectual, así como a la utilidad directa del conocimiento técnico.


El elemento cultural en la adquisición de conocimientos, cuando es asimilado con éxito, conforma el carácter de los pensamientos y los deseos de un hombre, haciendo que se relacionen, al menos en parte, con grandes objetivos impersonales y no sólo con asuntos de importancia inmediata para él. Se ha aceptado demasiado a la ligera que, cuando un hombre ha adquirido determinadas capacidades por medio del conocimiento, las usará en forma socialmente beneficiosa. La concepción estrechamente utilitarista de la educación ignora la necesidad de disciplinar los propósitos de un hombre tanto como su práctica técnica. En la naturaleza humana no educada hay un considerable elemento de crueldad, que se muestra de muchas formas, importantes o insignificantes. Los niños en la escuela tienden a ser crueles con un nuevo niño, o con cualquiera cuyas ropas no sean totalmente convencionales. Muchas mujeres (y no pocos hombres) provocan todo el sufrimiento que pueden por medio de la murmuración maliciosa. Los españoles disfrutan con las corridas de toros; los ingleses disfrutan cazando. Los mismos crueles impulsos adquieren formas más serias en la caza de judíos en Alemania y de kulaks en Rusia. Todo imperialismo ofrece campo para tales impulsos, y en la guerra son santificados como la más elevada forma del deber público.




De modo que se debe admitir que gente con un alto nivel de educación es a veces cruel; pero creo que no puede haber duda de que esa gente es cruel mucho menos frecuentemente que aquella cuya mente se ha dejado en barbecho. El bravucón del colegio rara vez es un muchacho cuyo aprovechamiento en los estudios está por sobre el promedio. Cuando tiene lugar un linchamiento, los cabecillas son casi invariablemente hombres muy ignorantes. Esto no es así porque el cultivo de la mente produzca sentimientos humanitarios positivos, aunque puede hacerlo; es más bien porque proporciona otros intereses que el mal trato a los vecinos, y otras fuentes de respeto a la propia personalidad que la afirmación de dominio. Las dos cosas más universalmente deseadas son el poder y la admiración. Los hombres ignorantes, generalmente, no pueden conseguir ninguna de las dos sino por medios brutales que llevan aparejada la adquisición de superioridad física. La cultura proporciona al hombre formas de poder menos dañinas y medios más dignos para hacerse admirar


(Conocimiento Inútil, de Bertrand Russell: http://www.ucm.es/info/bas/utopia/html/russell.htm)





Zanjas profundas en tu mente
Zanjas profundas en tu mundo
Zanjas que nos separan
Zanjas que nos escinden
Zanjas en las que caemos
a veces sin poder salir
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