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miércoles, 5 de octubre de 2011




Acercándonos a la profunda zanja del fascismo


Parece algo inevitable, algo que algunos visionarios, estimulados por
las drogas, los estudios de historia, nuestros miedos y sí, también,
probablemente nuestros deseos más profundos, estamos viendo llegar: el
fascismo avanza.



Y no se trata como algunas mentes romas, simplistas, pueden creer al ver
ganar las elecciones a Esperanza Aguirre, a Mariano Rajoy y a sus
secuaces, pues estos de fascistas no tienen absolutamente nada, son una
mezcla de liberales en lo económico y retrógrados en lo cultural.




Pero ya llevamos mucho tiempo soportando una economía liberal. Si acaso,
lo que viene solo será una vuelta de tuerca, que no es poco. Y poco,
poco a poco (o quizá rápidamente, dependiendo de lo imprudentes que
sean) nos irán despojando de todas aquellas conquistas sociales que
consiguieron nuestros abuelos incluso perdiendo la guerra, pues el
franquismo no tuvo más remedio que promover políticas económicas de
corte estatal y, por ende, universal (cuestión aparte es que se
cepillaran a los opositores), para garantizar una cierta paz social,
algo lógico, por otra parte, tratándose de un movimiento político que
competía contra el comunismo.




Nos quitarán los pocos subsidios que cobramos los pobres, los
desahuciados. Nos quitarán el derecho a cobrar el paro, paro que ya
hemos pagado nosotros mismos mientras estamos trabajando. Nos quitarán
la jubilación y moriremos a los 70 o 75 bajo el peso del trabajo. Eso si
llegamos a viejos, porque también nos quitarán el derecho a la sanidad
pública, como ya están haciendo en Cataluña. Pero da igual, porque las
generaciones venideras no sabrán que hubo momentos mejores, y no lo
sabrán porque no habrá una enseñanza pública donde les enseñen Historia
(aunque también es verdad que nunca se llega al siglo XX, como mucho y a
duras penas al XIX).




"Recortes", les llaman. Hay pocos ingresos, muchos gastos, y hay que
recortarlos. Hubo momentos en que algunas de esas partidas de las que
hemos hablado antes y que se van a recortar eran llamadas inversiones,
como la Educación, las Obras Públicas, etc. El Estado ya no recauda lo
necesario para invertir socialmente, ¿por qué? ¿Quizá porque se hayan
ido bajando los impuestos progresivamente? No lo sé. ¿Quizá porque ya no
le prestan dinero los mercados? Los MERCADOS, oh, solo oir esa palabra
da miedo: ¡Cuidado, que viene el Mercado! ¿Y por qué ya no le prestan
dinero? ¿Porque no podrá pagarlo? ¿Antes sí? ¿O es que antes no existía
tanta competencia financiera y ahora todo está a la baja? El Estado
griego ya no tiene para pagar a sus funcionarios; puede que tenga
muchos, no digo que no, pero antes este problema podía camuflarse mejor
pagando con la moneda que emitía el Banco Nacional, esto a la larga
generaba problemas de inflación, de desequilibrio en la Balanza
exterior, depreciación de la moneda, etc. Pero no suponía un problema
tan sangrante como ahora que el Banco Nacional no puede generar euros,
es decir, que no es nacional, sino, a lo sumo, una sucursal del Banco
Europeo.




En fin, que estamos ante una ola, un tsunami, de privatización de los
servicios públicos, estatales, porque el Estado no puede pagarlos; unos
servicios que nos garantizaban cierta protección social. La pregunta es
muy sencilla de formular, otra cosa es contestarla: ¿hasta cuando vamos a
seguir aguantando? ¿Dónde está el límite de la tolerancia social ante
el ataque del liberalismo económico?




Muchos de los intelectuales de izquierda ya ven venir una nueva ocasión
en la que despertará la conciencia de la clase trabajadora que nos
llevará a una nueva Revolución o, al menos, a una recuperación de lo
perdido.




Otros, en cambio, vemos avanzar soterrada, lentamente, un nuevo tipo de
fascismo, probablemente exento (o no) de componentes racistas, xenófobos
y religiosos pero con una idea muy clara del enemigo a batir, banqueros
y políticos liberal-demócratas; con una idea también de la defensa a
levantar, un Estado fuerte con una Banca (de nuevo) Nacional, con una
Economía dirigida a levantar el país, con ciertas protecciones sociales
y, cómo no, con altos grado de violencia policial y militar para
mantener a raya a todo el que se desmande; un auténtico
nacionalsocialismo o socialismo nacional, que a la postre vinieron a ser
lo mismo.




Ya ocurrió en el siglo XX, en la época de entre guerras: una crisis
monumental se cernía sobre Europa, una crisis que era consecuencia de la
Primera Guerra Mundial, sí, pero en la que también intervenían los
movimientos bursátiles, los grandes capitales, dictando la dirección y
el ritmo de la vida de millones de personas. Las masas reaccionaron
entregándose a los movimientos autoritarios, de izquierdas o de
derechas, para que el Estado retomara las riendas de la economía
nacional y les garantizara un mínimo de seguridad. Donde menos violento
resultó este movimiento fue en Estados Unidos, donde la administración
Roosvelt puso en marcha el New Deal, una política intervencionista sin
salirse de los márgenes de la democracia parlamentaria. ¿Es posible hoy
día y en Europa una política de este tipo? Más bien parece que no, más
bien parece que los tiros irían por otro lado.




A mi alrededor lo escucho todos los días, en todos los sitios:
"banqueros, unos ladrones, sin palancas y de día, políticos estafadores,
juegan a vivir de ti...", "que se bajen ellos los sueldos", "que se
vayan al paro"... Nada nuevo, por otro lado. Pero llegará un momento en
que algún carismático demagogo levante su voz por encima del murmullo,
señale la fuente de nuestros males, fuente que ya conocemos, y proponga
una solución tajante. Llegará el momento en que un grupito de generales
salvapatrias, algunos de la antigua UMD, dirijan a sus mercenarios al
Congreso y a la Bolsa. Y se instaurará un Estado de Excepción con la
intención de liberarnos de la dictadura económica.




Pero eso no será lo peor. Lo peor será que muchos de nosotros,
comunistas melancólicos, socialistas trasnochados, ácratas
desorientados, indignados y desencantados varios... Nosotros lo
apoyaremos.




Mussolini fue socialista y después se pasó al otro lado dando lugar,
precisamente, al movimiento genuinamente fascista; Roger Garaudy fue un
intelectual marxista y, ya chocheando, se convirtió al islam; Hitler y
Stalin firmaron un pacto de no agresión (que luego Hitler rompió y así
le fue); Jorge Vestrynge inició sus andanzas políticas en el fascismo
francés, después pasó por Alianza Popular y ha acabado como intelectual
marxista, antiglobalizador y bolivariano.




Así, pues, los extremos se tocan, quizá porque no estemos sobre una
línea, sino sobre una circunferencia, una circunferencia que delimita el
espacio de la brújula política. ¿Hacia dónde apunta el Norte? ¿Estamos
desorientados? ¿Hay alguien que tenga algo claro?




















Zanjas profundas en tu mente
Zanjas profundas en tu mundo
Zanjas que nos separan
Zanjas que nos escinden
Zanjas en las que caemos
a veces sin poder salir
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